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Librería Polifemo. El ocaso de las malditas

–  …Era su cumpleaños, y le dijimos la familia: “Elige un libro, que te lo compramos”. Y escogió el de Eduardo Mendoza. Pero no le ha gustado.

Diáfana madera bajo los pies, paredes que son libros o cristal abierto al mundo. Marionetas y papiroflexia entre cubiertas como decorados asombrosos. Y una escalera, de ocho peldaños, para poder alcanzar y sobrevolar las siete maravillas de la literatura.

– No, no me ha gustado… Ya no es el Mendoza de La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios.

Pero nunca nadie es del todo como fue.

En ese momento, Felicitas Corvillo, más conocida como Feli, se ajusta las gafas negras de sol sobre la frente y, sonriente, extrae de entre las novedades un volumen color amarillo Anagrama: La ley del menor, de Ian McEwan.

– Éste le iba a gustar a usted mucho.

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Libros colgantes, porque la literatura vuela.

Tras debatir con ellos, durante unos minutos, la mayor o menor fidelidad a ese primer sí mismo de Eduardo Mendoza, les habla de ese nuevo libro y su autor. Ellos asienten y responden. Y surge, en un instante, un mágico encuentro: una librera que recomienda, aconseja y debate con sus clientes, lectores, sobre libros. Afortunados los que hayan presenciado, ¡quizás vivido!, un momento así, porque éste se convertirá, si entre todos no lo remediamos, en el recuerdo del que un día fue el oficio más bonito del mundo.

Polifemo es una librería luminosa. Recibe intensa luz a través de sus grandes cristaleras y, desde ellas, a su vez, desprende mucha vida: “Esta librería es conocida por los escaparates, ¡pero también fuera del barrio!”, exclama Feli, sorprendida aún por el acontecimiento. Le gusta cuidar los detalles, y se ha vuelto una auténtica autodidacta de las manualidades. Libros colgantes, muñecos, telas, globos aerostáticos e, incluso, dibujos y pinturas de conocidos adornan el célebre muestrario. “Voy por la calle y me preguntan: ‘¿Y qué vas a poner ahora?’, como si fuera una expectación, un espectáculo. ¡Pero por qué no me preguntáis por los libros!”. Es una –maravillosa – distracción pero, como dice, al menos hace que la gente se pare a mirar.

“Esta librería es conocida por los escaparates, ¡pero también fuera del barrio! Por la calle me preguntan qué voy a poner”.

Pero tras el escaparate, como bajo la cubierta de un libro, aguarda un universo tan fascinante como frágil. Las librerías tradicionales de barrio llevan años sufriendo una grave e irrefrenable enfermedad que amenaza con acortar, y en muchos casos ya eliminar, su valiosa existencia. Polifemo, situada en el Parque de las Avenidas, es una de ellas. “Anteriormente se llamaba Librería Oxford, y cuando nos la quedamos pasó a llamarse Polifemo. El nombre se lo puso Juan García Hortelano, un amigo muy especial nuestro”. Ramón y Feli, matrimonio lector bien avenido, siempre tuvieron claro que su librería se distinguiría con una especialidad: la Historia. Y es que Ramón estudió Químicas, pero lo que realmente le apasionaba era la Historia. De esa pasión nació también el sello editorial de Polifemo, cuya última publicación es El Inventario del Alcázar de Madrid de 1666. Felipe IV y su colección artística. “Son libros muy especiales”, sonríe, justificando su poco éxito y difusión.

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Decoración exótica entre géneros.

Y, hablando de ediciones y de nuestra Historia, menciona que España, hoy, no es un país competitivo en algunos aspectos del sector librero y editorial. Se queja de la mala gestión en los envíos: “A mí me llega un libro de Francia cuyos costos aquí son 4€, y yo cuando mando un libro a Francia, del mismo tamaño, color y precio, son 16€. Pero si tú no cobras al cliente los 16€ y el libro vale 20€… No es que no ganes, es que estás perdiendo dinero. Nunca podremos ser competitivos si hay esa diferencia”. Así, entre unos golpes y otros, muchas librerías están cerrando en España. Es difícil mantenerlas. Lo dice en cada pregunta, en cada pequeño diálogo. “Es muy difícil”. Cada vez que se la escucha y mira, el corazón se encoge un latido menos. Cuán pequeñito se estará haciendo el suyo, y sin embargo cuán grande es por cuanto ha dedicado a los libros. Nada menos que 49 años. Y, seguro, todos los más que pueda.

“España no es un país competitivo en los envíos editoriales con, por ejemplo, Francia. Nunca podremos ser competitivos si hay esas diferencias”. 

“El mundo de la cultura en este momento está atravesando un desastre”. Una doble crisis, para ella: la general y la propia. Pero una tercera crisis afecta también a Polifemo: la que está sufriendo su barrio, el Parque de las Avenidas, a nivel generacional. Hay una mayoría de población mayor, siempre fiel a la librería, que está desapareciendo, y Feli se halla en un momento de desconcierto por no conocer a los posibles nuevos lectores: “Los chavales jóvenes no entran en las librerías. ¿Por qué?”, pregunta. “¿Lo hacen todo a través de Internet, también la compra de libros? Seguramente lean, pero a nosotros no nos llega, no sabemos qué tipo de libros están demandando”. Ausencia de una información muy necesaria.

Experimentada e intrépida librera, investiga a menudo en los blogs de los booktubers, tratando de seguirles la pista y averiguar qué les gusta. Y, aunque encuentra “gente estupenda”, algo le disgusta: que muchos de ellos guíen a sus seguidores a comprar los libros en Amazon. Entonces alza la mirada al cielo, suspira, y les pide desde aquí que tengan en cuenta a las librerías de su barrio, de su ciudad, que estarán encantadas de conocerles y atenderles. Que, además, el precio es el mismo, y el trato muy distinto. Que en Amazon no hay siquiera trato, sino un frío servicio, y en una librería… hay calidez, cercanía. Humanidad.

“Los chavales jóvenes no entran en las librerías. Seguramente lean, pero a nosotros no nos llega, no sabemos qué tipo de libros demandan”

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Feli, tras el mostrador, tramando nuevas ideas para Polifemo.

Y en una librería… Qué otras cosas sucedían en una librería. Recuerdos. Que los padres, tras el verano y sus largas vacaciones, entraban con una lista doblada en la mano, firmada por el colegio de sus hijos, con títulos de nuestros clásicos: La casa de Bernarda Alba, Tres sombreros de copa, El camino, el Lazarillo de Tormes… Una rutina desaparecida, un miedo presente. Feli se pregunta si se sigue haciendo, porque ella, cada septiembre, los echa en falta. Y uno, a su vez, se pregunta si es mejor no preguntárselo. Como también se procura no pensar en la posibilidad, en un futuro no muy lejano, de tener que cerrar. Si eso sucediera con Polifemo, duda que hubiera una librería de estas características en el barrio. Tan dedicada, con tantas horas de sueño como de sueños, a los libros. Porque tras las atractivas cristaleras, rostro de todo un cuerpo, hay una gran labor: “Trabajamos muchísimo más que hace años, y vendemos muchísimo menos”. 22.000 libros tienen en stock ahora mismo. La constante búsqueda de lectores, clientes, editoriales, la actualización de la página web… La necesidad de sobrevivir agota sus fuerzas y daña su esperanza, aunque jamás su ilusión.

Muchas librerías focalizan esa ilusión y esperanza hacia actividades paralelas a la venta de los libros, como la inclusión de un bistró o café o las presentaciones y coloquios literarios. Ante la mención de dichas ideas, Feli se encoge de hombros, atrapada. “Yo me he formado como librera vendiendo libros, que es lo que yo quiero, lo que he elegido. Pero, aunque quisiera hacer algo así, el local no es mío y no me lo permitirían, y la estructura de la librería no está preparada para eso”. Las valientes nuevas librerías tienen la oportunidad de diseñar su espacio, pero las tradicionales, como Polifemo, no pueden acoplar eventos o actividades para las que no se crearon. “Esta librería se pensó para libros”. Contundente, obvia, quizá, afirmación. Pero absolutamente cierta. “Yo digo muchas veces: es que camarera no soy. Está la situación tan complicada que tienes que añadir algo ajeno para intentar sobrevivir”.

En alguna ocasión, como la reciente Noche de los Libros, Polifemo sí ha organizado algún pequeño encuentro entre sus estantes pero, siempre, procurando que sea con la gente del Parque. “Es una forma de hacer barrio”, sonríe nostálgica, pues de la mano de las librerías también se están perdiendo los barrios y sus costumbres. Feli huye de las presentaciones de escritores famosos, de las multitudes, de que lo que debiera ser un acto cultural se convierta en un acto comercial o un espectáculo, como ocurre algunas veces.

¿Librerías-café? “Yo no soy camarera. Está la situación tan complicada que tienes que añadir algo ajeno para intentar sobrevivir”

Como ocurre, por ejemplo, en la Feria del Libro de Madrid, inminente y ansiado evento literario del año en la capital. “Ha cambiado mucho. Antes no era el monstruo que es ahora. Ahora es como una caja registradora”. Polifemo, desde su gruta, siempre ha preparado una caseta especializada. Cada año, dentro de su Historia, ha elegido un tema con el que participar en la Feria. En 2015 fue Santa Teresa, por el aniversario, y este año como protagonista estará Carlos III y la Ilustración y, junto a él, los numerosos centenarios que se celebran: no sólo Shakespeare y Cervantes, también Buero Vallejo, Charlotte Brontë, Henry James, El Bosco, Cela… Entusiasmada por la gran cantidad de autores que irán con ella a la Feria, y con decepción por comprobar que en esta edición apenas se está haciendo nada, muestra con orgullo en el ordenador los carteles que están preparando para colocar en las estanterías de su caseta, la 211.

Mientras, cuenta cómo es la arena en la que editoriales y librerías se pelean: “La gente se mata por estar en el centro. Pero la Feria no debería ser eso. Debería estar diseñada de modo que no hubiera un sitio malo o un sitio bueno, que todos fueran buenos”. Y, apenada, comenta que ya nadie ofrece a los visitantes catálogos en papel, y que los suyos a menudo acaban en la papelera o los solicitan personas que después nunca pisan la librería. Pero, cada año, Polifemo sigue ofreciendo su catálogo. Les lleva un año de trabajo, y quizás sea una pérdida económica. Pero no de tiempo. “Es una información bibliográfica. La función de una librería es el libro y la información del libro. La investigación, la recopilación, el esfuerzo, la ilusión… Eso es una librería”.

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Exterior de Polifemo. Dos accesos, dos brazos abiertos.

Una clienta entra en Polifemo, y Feli acude a atenderla. Pululando por la librería, Ana, su compañera de oficio, está entretenida colocando algunos libros del escaparate. Porque, a veces, alguno de ellos se cae, y necesitan de su ayuda y talento para que regresen a su lugar en el pequeño y mágico escenario, luminoso, de Polifemo. Quizás allí, la próxima vez, vuelva a encontrarme al matrimonio disgustado con Mendoza. O quizás los encuentre en la Feria del Libro, buscando en alguna caseta el libro amarillo de Anagrama. Porque se lo recomendó una librera. Y nadie más sabe hacerlo como ellos.

Andrea Reyes de Prado

«Lo que permanece lo fundan los poetas» (F. Hölderlin).
Humanista, curiosa, bibliófila, dibujante y extemporánea.

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