‘Las chicas de la estación’: el reflejo de una dura realidad oculta

Escena en la playa de 'Las chicas de la estación' con las tres protagonistas
Una escena en la playa en 'Las chicas de la estación' con las tres protagonistas. Foto: Cedida

Una película que no quiere pasar por alto la situación que viven algunos niños y niñas en España: la prostitución infantil

Por Celia Alario y Paula Hernández

Las chicas de la estación se centra en la vida de tres amigas: Jara (Julieta Tobío), Álex (Salua Hadra) y Miranda (María Steelman). Podría parecer el inicio del argumento de cualquier película para adolescentes, pero lo que hay detrás es una mirada hacia un tema crudo y oculto: la prostitución de menores.

La película, dirigida por Juana Macías (Madrid, 1971), ganadora de un Goya por su cortometraje Siete cafés por semana (1991) y nominada por Planes para mañana (2010) y coescrita por Isa Sánchez, revive el suceso real de la violación grupal a una joven en Mallorca en la nochebuena de 2019. La víctima estaba tutelada en un centro de menores y su denuncia sirvió para descubrir una red de prostitución.

Durante casi dos horas, Las chicas de la estación nos muestra el día a día de un centro de menores y los conflictos internos de las protagonistas que, menos Miranda que es huérfana, tienen el infierno en su propio hogar. Ante esta situación, las chicas se escapan cuando pueden a los alrededores marginales de Mallorca para eludirse de la realidad a través de las drogas, el alcohol y el reggaeton.

Con motivo del cumpleaños de Jara y su deseo por acudir al concierto de su ídolo del trap, se ven en la necesidad de buscar dinero fácil y ven su solución en una chica mayor que estuvo en el centro, «La China» (La Fanny). Esta les ofrecerá citas con hombres adultos en los baños de la estación y en fiestas privadas y, casi sin darse cuenta, se verán atrapadas en una red de prostitución que las ahogará todavía más.

Tres vidas marcadas por la soledad, el abandono y el maltrato describen a las tres jóvenes protagonistas que afrontan en silencio y con naturalidad los continuos daños físicos y psicológicos que sufren en su día a día. Un silencio que podría ser criticado por falta de realismo, pero que a su vez podría mostrar lo que callan las mujeres. A medida que avanza la película, se refleja cómo el machismo está presente casi como una parte natural de la vida y cómo se declara a la víctima como culpable.

Jara, Álex y Miranda logran representar a una familia escogida que está ahí cuando la sanguínea es prácticamente inexistente y las tres actrices emergentes logran interpretarlo a la perfección. Sin embargo, es remarcable el carácter oculto de Miranda, hecho que perjudica al personaje y hace que destaque menos que las demás.

La escenografía es impecable y nos transporta a unos entornos mallorquines que, lejos de ser la isla paradisíaca que prevalece en el imaginario colectivo, aparece como un territorio pobre, sucio y violento. Con todo, hay ocasiones en las que se abusa de la cámara lenta y de planos innecesariamente largos que trastocan el ritmo de la historia.

Por otro lado, la banda sonora, formada por temas de La Albany, Antony Z, Kitty 110 o Yung Beef, evoca la rebeldía adolescente y el contexto más urbano. Sin embargo, en las situaciones más sensibles se alterna con música clásica que casi invita a la reflexión y a conmover más al espectador.

Coincidiendo con el Día Internacional para la Prevención del Abuso Sexual contra las Niñas y Niños, Las chicas de la estación tuvo su preestreno el pasado día 18 de noviembre en el Palacio de la Prensa de Madrid y se podrá ver en cines a partir del 22 de noviembre.

Redacción CJ

La redacción de Cultura Joven está formada por los alumnos del Máster en Periodismo Cultural, que desde 2007 recibe, cada año, a una nueva promoción

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