En un pequeño rincón de Madrid, situado en la Calle Villanueva 30, la pintura fluye de las paredes mediante pinceladas cargadas de ideas y de sentimientos que envuelven los marcos donde se ven encerradas. La vida de un artista está cargada de melancolía, rabia y sueños frustrados que representa a través de sus lienzos. Bien es cierto que no hacen falta figuras perfectamente detalladas para disfrutar del arte. El goce viene de dentro, de la forma en el que las gotas de pintura salpican tu corazón y tu alma, en los hechos y dramas humanos que se ven reflejados en esta mezcla producida en cada pincelada y que sobrecoge al espectador cuando observa una obra.
Rafael Canogar, gran exponente de la pintura española contemporánea, inauguró el pasado 6 de marzo en Madrid, una exposición en la Galería Fernández Braso que podrá verse hasta el 30 de abril. El pintor toledano, que empezó ejerciendo en sus inicios una corriente más figurativa, ha desarrollado todo su potencial en la abstracción, movimiento que le ha dado fama mundial. La colección que ahora expone hace un repaso a su vida como artista dentro de este movimiento, a través de 30 obras pintadas entre 1957 y 2013. Considerado por muchos como un poeta-artista y un icono del arte de la segunda mitad del siglo XX, Canogar ha sido reconocido en numerosas ocasiones, obteniendo premios como el de la Bienal de Sao Paulo en 1971 o el Premio Nacional de las Artes Plásticas de España en 1982.
Estudioso de las vanguardias y caracterizado por un estilo informal que le sirvió como expresión y apertura personal durante el régimen del Franco, optó por trasladarlo a sus pinturas y esculturas para entretener y distraer al público a la vez que impregnarle de una responsabilidad social y política nula en ese momento. Las abstracciones de Rafael Canogar es una exhibición que se centra en la comparación, evolución, organización y distribución de los elementos pictóricos desde los inicios de su vida a la actualidad. Una reflexión personal que se muestra en las paredes y que invita al encuentro, al descubrimiento de nuevas sensaciones y a empatizar con Canogar.
La colección no pretende ser una mirada nostálgica. Es una apuesta hacia el futuro con obras que apenas han podido verse en su larga trayectoria artística. Un distanciamiento con el pasado en el que pretende afrontar nuevos retos, ver la realidad del mundo a través de nuevas emociones, conservando la esencia de su pintura en la que no importa el valor económico, sino la idea que desprende, alejándose de lo antiguo e iniciando una nueva partida. Un pensamiento que no hace desfallecer a Rafael Conogar, un artista de 79 años que conserva la vitalidad de un novicio.