Cuando somos niños tenemos varios códigos comunes, uno de ellos es el odio hacia las verduras. Nuestras madres nos obligaban, con cierto agotamiento, a comer un poquito de verde para crecer “fuertes y sanos”. Algunos, acaban con cierto trauma que asocia esa imposición con los vegetales. Uno de los que más animadversión crea es el brócoli, no demasiado sabroso ni con un aspecto especialmente apetecible.
¿Podemos romper estos prejuicios tan asentados? La respuesta es un sí rotundo. Ahumado, asado, kimchi, lima… Crujiente en el primer mordisco y cierta acidez en el último. Así es el brócoli de la Taberna Recreo, del chef Alejandro Díaz. Un plato que rompe con todos los estigmas y nos reconcilia con el viejo castigo. Este manjar nos demuestra que nada es tan simple como parece y que siempre podemos redescubrir lo que ya conocíamos.
Después de hacer las paces con el mundo verde, nos quedamos en la infancia, al menos en la de los más costumbristas. Esos domingos o festivos en los que íbamos a la pollería y escogíamos una ración de mejillones tigre para el aperitivo. Resulta curioso que a través de los sabores podamos viajar en el tiempo, retroceder a esos momentos en familia gracias a una bechamel con leche de coco con un pequeño toque picante. Para contrarrestar, tenemos unos aros de hinojo.
Seguimos con una tapa tradicional, pero que esta vez no nos lleva a la infancia. En esta ocasión, como también ocurrió con el brócoli, consigue romper nuestros esquemas y combina algo tan manido como la ensaladilla rusa con los sabores peruanos del ceviche gracias a la leche de tigre y el maíz tostado. Sabor peruano que, a su vez, nos conduce a Japón. No olvidemos la influencia de la gastronomía japonesa en la cocina de Perú.
Quizás, el orden de los platos haya sido premeditado. Primero, el recuerdo de la infancia a través de las tradiciones, después la incursión de Perú y, a continuación, un tartar de tomate con lascas de panceta. Precisamente, el tartar proviene de Japón, del que ya comentábamos la influencia. La panceta le aporta, además del sabor salado, la distinción ibérica. Nuevamente, son capaces de entremezclar los gustos nacionales con conceptos de la gastronomía foránea.
El final de nuestro recorrido gastronómico se acerca. Esta vez, el sur de nuestro país es el protagonista. La cocina andaluza nos regala sabores que se han convertido en símbolos de nuestro país, uno de ellos es el mollete. El mollete de Cádiz, con el aceite de Málaga, la cecina, el pimiento verde y la presencia manchega del queso con unas pequeñas gotas de mostaza es un homenaje a la tierra verdiblanca, una región muchas veces denostada desde la ignorancia, pero que nos enriquece con sus innumerables aportaciones culturales.
La Taberna Recreo no es solo un lugar donde ir a comer o a cenar, te devuelve a tus costumbres sin quedarse en la simpleza o repetitividad, y lucha contra los prejuicios o los pensamientos preestablecidos que podamos tener. Una transformación a través de los sabores porque las ideas que teníamos antes cambian por completo, otra relación con los platos de siempre es posible y la gastronomía toma otro cariz, todo vuelve a empezar.