En medio del llamado Triángulo del Arte madrileño, el delimitado por los museos del Prado, Thyssen-Bornemisza y Reina Sofía, no ha mucho tiempo que habitaba una central eléctrica de las de base de granito, paredes de ladrillo, ventanas tapiadas y abandono al por mayor. Turbinas, motores, y demás máquinas pidieron un deseo: convertirse en arte, y flotar. Poco después, dos genios suizos salieron de una lámpara e hicieron realidad el deseo. Y ese deseo se llama CaixaForum.
“Hay mucha gente que piensa que la moda, la música e incluso el arte contemporáneo son cosas superficiales comparadas con los propósitos y las responsabilidades de la arquitectura. Bueno, nosotros no estamos de acuerdo. Estas actividades que dan forma a nuestra sensibilidad son expresión de nuestro tiempo.” Eso es lo que dice Jacques Herzog de su obra con Pierre de Meuron. Es complicado definirla, pero “eclecticismo” y “variedad” son dos palabras clave para intentarlo. Su colega holandés Rem Koolhaas afirma que “parte de su fuerza reside en el hecho de que si inspiración se encuentra a medio camino entre el norte y el sur, la estabilidad y la inestabilidad, la delicada situación de formar frontera con el norte de Europa y la excesiva simplificación que implica limitar con el sur…”.
¿Será esa la clave? Una característica de la obra de Herzog & De Meuron, ganadores del premio Pritzker (el máximo galardón mundial de la arquitectura) en 2001, es la determinación de no repetir ninguna estructura. Si no se sabe, es difícil decir que el flotante edificio del Paseo del Prado ha salido de la misma mente que, por ejemplo, el famoso nido que hizo de Estadio Olímpico en las pasadas olimpiadas en China, o que esa escultura vidriada que es la tienda Prada de Tokio. Sí podrían encontrarse, sin embargo, ciertas similitudes, muy ligeras, con el enorme triángulo azul que fue sede central del Fórum Universal de las Culturas en Barcelona, o con la Tate Modern londinense. Con el primero, por el afán de levitación, de crear grandes espacios públicos en el bajo de los edificios, como sucede en Madrid. Y con la segunda, por partir de la misma “célula cero”, una antigua central eléctrica, para crear un nuevo espacio que consigue lo casi imposible: gustar a críticos (a estos ya los tienen bastante ganados) y a ciudadanos que, en la mayoría de los casos, se resisten a ver un ápice de arquitectura moderna en entornos clásicos.
Y estas son las dos claves del CaixaForum en Madrid: la suspensión y creación de una gran plaza y, lo más importante, un punto de encuentro, donde parecía imposible; y por otra parte, conjugar la conservación y la incorporación de elementos innovadores en un mismo edificio, y que, encima, guste. Y es que es curioso, pero por encima del ladrillo de la central eléctrica se elevan varias alturas en las que el protagonista pasa a ser el hierro. Un hierro transparente, por paradójico que parezca: las placas de hierro agujereadas que cubren parte de la fachada y de la cubierta permiten que la luz pase al interior dándole al edificio, al tiempo, la apariencia de solidez que sólo el hierro podría dar.
Bajo cuatro plantas, bajo una central eléctrica y dos salas de exposiciones, y encima de un párking y un auditorio hay una plaza. Sí. Al recodo del paseo del Prado desde el que se puede apreciar el jardín vertical creado por Patrick Blanc se suma el gran espacio público que aparece entre las angostas calles de Almadén, el Gobernador y Alameda. Una plaza cubierta desde la que se accede a la escalera metálica y poliédrica por la que entrar al edificio. A partir de ahí, variedad. Una completa librería de arte en el lobby. Una acogedora cafetería en la última planta. Una escalera blanca inmaculada une las distintas plantas en un modo que podría recordar ligeramente al que usó Frank Lloyd Wright en el Guggenheim de Nueva York. Y en la segunda planta aún puede visitarse, hasta el 6 de febrero, la exposición Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes. Espectáculos musicales y escénicos, como Un té a la menta o El hilo del mito conviven con las visitas guiadas gratuitas al edificio (lunes y sábados a las 13:00 horas, viernes a las 19:00).
Y ahí, en el centro de ese triángulo, seguirá, porque por suerte, los deseos que conceden los genios perduran. Les pedimos que dieran vida a una central eléctrica muerta. Y lo hicieron. Les pedimos que flotara. Y lo hace. Y les pedimos que siga ahí, que siga permitiéndonos quedar justo encima de un párking y un auditorio, justo debajo de dos salas de exposiciones y mil cosas más, y justo al lado de un jardín que sube hacia el cielo. Y, por imposible que parezca, también lo vamos a poder hacer.