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La cara B de la prostitución en el cine

Julia Roberts

Cada año se emite en la televisión pública Pretty Woman y, cada año, se convierte en líder de audiencia, normalizando y romantizando la prostitución.

En septiembre de 2021, Pretty Woman (1990), de Garry Marshall, alcanzó una cuota de pantalla del 55,6% y un total de 9.223.000 espectadores, superando con creces las estadísticas del año anterior (14,1% de cuota de pantalla y 1.767.000 espectadores).

Películas y series como esta o Aída (2005), de Nacho García Velilla, entre otras, normalizan la prostitución hasta el punto de llegar a romantizarla o hacer de ella una situación cómica; dan lugar a que se fijen una serie de estereotipos y, además de fijarlos, los continúan y los perpetúan.

“La rentabilidad creciente y la expansión de la industria global del sexo dependen de su aceptación social. Requieren que los gobiernos acepten o legalicen la industria”, comparte la académica del feminismo lésbico y de la sexualidad humana, Sheila Jeffreys, en su libro La industria de la vagina (2011). Esta aceptación social se construye a través de los medios de comunicación y de la cultura, y el cine ha ayudado a que ciertos mensajes hayan calado en la sociedad gracias a la naturalización del papel de la prostituta y de los clubs de alterne que salen en las películas frecuentemente.

El primer film relata cómo un hombre se enamora de una prostituta, Vivian Ward (Julia Roberts) deja por él esta actividad y tiene un final feliz. En todo el largometraje, la prostitución pasa desapercibida por el amor que se procesan ambos personajes. De acuerdo con Mario de la Torre, director de cine y profesor en la Universidad de Granada, esto es posible por la trampa del amor romántico, que “causa que asumamos cosas que son absolutamente inasumibles como, por ejemplo, que normalicemos y aceptemos al protagonista (Richard Gere) cuya focalización narrativa es totalmente patriarcal, y durante la trama principal es olvidada su condición de putero”.

Diferentes mujeres, diferentes situaciones

Pretty Woman estereotipa la realidad y trata un tema clásico, como es el de príncipes y princesas, donde el hombre asume el papel de “héroe salvador” y la princesa de “damisela en apuros”. De igual manera ocurre con Aída, una sitcom que narra la vida de una serie de personajes y uno de ellos, Paz (Melani Olivares), es prostituta. En sus primeras temporadas, Olivares desempeña este papel, aunque luego lo abandona y se convierte en azafata. La prostitución se representa como un trabajo más, donde nadie se alarma e, incluso, se hacen burlas sobre ello.

Ambos personajes son representados como una “prostituta feliz”. La idea de que la prostitución es una opción personal que está a disposición de todas las mujeres, independientemente de su raza o clase, es usual en el cine más popular. Películas como Whore (1992), de Ken Russell, alimentan un discurso completamente irreal que parte de la escasa documentación para crear a la protagonista, la cual es presentada de un modo superficial. En el cine español, un claro ejemplo son las prostitutas de las películas de Pedro Almodóvar ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) o Todo sobre mi madre (1999). Sus protagonistas, Agrado y Cristal, respectivamente, son presentadas como mujeres que han escogido la prostitución voluntariamente y son libres. El guion recalca constantemente una supuesta vocación de ser prostituta, lo que, junto con un tratamiento humorístico, produce una visión romantizada y dulcificada de la explotación sexual.

“Este tipo de películas normalizan la prostitución y, encima, la enmascaran como si se tratase de un cuento de hadas. En el caso de Pretty Woman y Aída, se sitúan a dos mujeres en diferentes mundos, pero no cuentan la historia que hay detrás de ellas y porqué están abocadas a ello; no me parece correcta su representación porque realmente no se ve el trasfondo social que les incita a dedicarse a ello, además de por razones económicas”, explica María de los Ángeles Revello de Toro, miembro de la asociación Mujer Emancipada (AME) de Málaga.

¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984)

En otras series españolas como Sky Rojo (2021), de Álex Pina, donde tres mujeres atormentadas por el pasado huyen de un burdel y arriesgan la vida para escapar de un proxeneta y sus secuaces, su intento de denuncia contra la prostitución acaba sepultada bajo su afán por el entretenimiento y la comedia. Frases como “¿Quieres que te chupe los huevitos, cariño?”, que se escucha en la boca de Coral (Verónica Sánchez), después de decir: “Soy puta, antes fui ama de casa y antes de eso, bióloga”, reafirman este hecho. Esta serie sexualiza a las protagonistas, dado que pasan horas huyendo de un burdel con taconazos y escotazos. “Denuncia la violencia erotizando la violencia”, explica la periodista Marta Jaenes escritora junto a Rosa Márquez del ensayo ¿Cerró usted las piernas? Contra la cultura de la violación (Plan B, 2011).

Se trata de un empoderamiento un tanto ficticio y fantasioso, cuyas protagonistas son heroínas jóvenes, atractivas y decididas. Sky Rojo no es, ni pretende ser, un drama realista donde abunde la mugre y el tormento, sino que continua normalizando la prostitución e, incluso, la considera un “trabajo más” ya que el personaje de Coral se introduce voluntariamente en el club y cambia un oficio por otro.

El cine legitima el discurso sobre la prostitución como una profesión libremente elegida, digna, no problemática y muy rentable. Así, tras ver The Girlfriend Experience (2009) el espectador sale pensando que la ocupación más lucrativa a la que pueden aspirar las mujeres es al “trabajo sexual”.

Un 90% de mujeres realizan esta actividad por necesidad económica o porque son víctimas de trata sexual. Sin embargo, existe un porcentaje ínfimo de chicas que se encuentran en este mundo para ganar dinero y mejorar su estilo de vida, como es el caso de las escorts o prostitutas de lujo. No tienen unas necesidades básicas, pero quieren incrementar su nivel adquisitivo, incluso, muchas son universitarias. Y, otro tipo de chicas pertenecientes a este porcentaje son las sugar babies o personas jóvenes que aceptan salir por mutuo acuerdo y con condiciones predefinidas con un hombre mucho mayor que ellas.

Por ello, se crean tres apartados diferentes de prostitución: mujeres en esta situación por necesidad, mujeres que son víctimas de trata sexual y mujeres que quieren aumentar su nivel de vida.

Vivian y Paz de Pretty Woman y Aída, consiguen salir de la prostitución sin ningún problema, pero ¿esto es lo que sucede en la realidad o se continúa normalizando?

“Cuando una mujer decide dejarlo no lo decide como tal, porque no es fácil, es decir, habría que decir ‘pueden dejarlo’ en lugar de ‘deciden’. Nosotras, desde la asociación, hacemos movilización laboral con ellas, las incluimos en cursos de formación para poder incorporarlas al mercado laboral, pero no tienen otro medio de vida para sobrevivir, mientras están en el proceso, así que continúan ejerciendo, aunque sí se ve el esfuerzo en ellas. Por lo tanto, no lo dejan cuando ellas deciden, sino cuando pueden”, agrega Revello de Toro.

En la representación de la prostitución en el cine, normalmente, se crea una imagen bien intencionada y retratos buenistas. Además de en Pretty Woman y Aída, en otros filmes como Irma la dulce (1963), de Billy Wilder, donde ser prostituta no conlleva una serie de riesgos sociales cuando en la mayoría de los casos la persona que ejerce esta ocupación es fruto de exclusión social y de marginalidad, como ocurre en Jamón Jamón (1992), de Bigas Luna, dado que la madre de la protagonista es marginada por haber sido prostituta y dueña de un burdel. No obstante, aunque se intente crear una imagen aceptable de esta actividad, hay que tener en cuenta todas aquellas películas en las que figuran burdeles, pisos clandestinos, mujeres en la calle, porque, en estos casos, “en los que aparece la mujer en diversos ámbitos, solamente la vemos como un trozo de carne, no hay ningún tipo de intento de retratarla más allá de ser un simple objeto que alivia el deseo sexual masculino y, aquí, desde mi punto de vista se demuestra el olvido y el maltrato que estas mujeres han recibido a lo largo de la historia”, agrega de la Torre.

Irma la dulce
Irma la dulce (1963)

Lo ideal sería encontrar narrativas que sensibilicen al espectador respecto a la prostitución, es decir, construir personajes bien definidos que expliquen el porqué y lo que supone para ellos introducirse en este mundo. De esta forma, la sociedad tomaría conciencia, empatizaría con ellos y conocerían la cruda realidad y no todos los estereotipos que se crean alrededor. Si hay contenidos audiovisuales que combinan ambos elementos: profundizar en el personaje, para no quedarse en el estereotipo, y mostrar a las mujeres que están detrás de aquellas prostitutas porque tienen una vida, una historia, se conseguirá sensibilizar al ser humano. Hay que rescatarlas y conocerlas para que el estereotipo decaiga completamente, y se convierta, simplemente, en una dimensión de su personalidad.

Un cine más sensibilizador

Princesas (2005), de Fernando León de Aranoa, es un claro ejemplo de este tipo de narrativas. Consta de un fuerte compromiso social con lo que se está contando e indaga en las causas socioeconómicas que lleva a la protagonista a prostituirse en la calle, evidenciando todos los prejuicios que se ciernen sobre ella. “No se queda solo en la superficie, ni en el retrato de la miseria que rodea a estas mujeres, sino que realmente, lo que hace es adentrarse en las razones por la cual decide ser prostituta”, afirma de la Torre.

Princesas (2005)

La Asociación de Mujer Emancipada de Málaga ha llevado a cabo el proyecto Tejiendo contra la Trata de Mujeres, cuyo objetivo es tejer redes sociales e ir haciendo cada vez más para que las personas estén informadas acerca de este tema. “Aunque se sepa que hay prostitución, no se toma conciencia de ello, aquí en Málaga, por ejemplo, en el polígono Guadalhorce, toda la gente conoce la situación, pero pasan de largo con los coches, ven lo que hay en la calle y ya está. Por ello, nuestro compromiso es sensibilizar a la sociedad, mostrarle esta realidad y que tome conciencia de la problemática”, explica Revello de Toro.

En otros films, como Joy (2018), de Sudabeh Mortezai, se observa el caso de una mujer nigeriana que es víctima de trata y ejerce la prostitución en las calles de Austria. Otro ejemplo es Eden (2012), de Megan Griffiths, en la que una chica coreana-americana es secuestrada con el fin de ser explotada sexualmente. A pesar de que en el caso de Alanis (2017), de Anahí Berneri no hay un secuestro o cautiverio, sí hay una situación de necesidad muy extrema que lleva a la protagonista a ejercer la prostitución en la calle. La verdad oculta (2012), de Larysa Kondracki, cuenta la historia de una agente de policía de Nebraska que va a Bosnia y descubre una red de trata en la que algunos hombres que pertenecen a la ONU están implicados.

Estas películas están basadas en hechos reales y evidencian historias que se dieron o que se están dando en la actualidad en la industria del sexo. Este tipo de cine incluye contenidos muy marcados políticamente, de denuncia, por lo que la labor de documentación es muy profunda. El cortometraje Chocolate con Churros (2006), de Mario de la Torre, tampoco romantiza ni normaliza la prostitución, sino que ahonda en su realidad.

Chocolate con churros (2006)

Chocolate con churros narra la historia de una madre con escasos recursos económicos que recurre a la prostitución porque no le queda más remedio. Un día, desayunando en un bar con su hija, ella le pide chocolate con churros, pero no tiene dinero y debe conformarse con un Cola Cao. En este momento, la hija le pregunta que si es puta porque se lo ha dicho la vecina. A partir de ahí, se crea un silencio desolador.

Chocolate con churros es un cortometraje que surgió un día paseando por Granada de camino al trabajo. De repente, me encontré con una madre y una niña, y esta le contaba algo y la madre se emocionaba, entonces me imaginé que podía ser esa historia y, de ahí, nace. Sobre todo, la idea que me interesaba era el descubrimiento, por parte de la madre, de que la hija conocía algo relativo a su vida y que era importante, en este caso, el tema de la prostitución”, aclara de la Torre. Su principal referencia cinematográfica para llevar a cabo este plan fue la película Secretos y Mentiras (1996), de Mike Leigh, por la cual, estaba fascinado en ese momento. “La forma en la que Leigh entiende los personajes es muy cercana a como yo lo veo”, concluye el director.

Este tipo de ejemplo cinematográfico pretende ser crítico con la situación y mostrar la vulnerabilidad de esa madre a cargo de esa hija, con todos los problemas que la sociedad le impone para intentar sacar adelante a su familia de la mejor manera posible. En un principio, el cortometraje puede resultar duro, dado que de la Torre construye a un personaje frágil, que requiere cariño y atención, pero realmente hay mucha bondad entre ellos, especialmente, en el de la madre.

Uno de los momentos más duros para las mujeres que ejercen la prostitución es cuando la sociedad conoce esta faceta suya, hasta en Pretty Woman y Aída sucedió esto, ya que en el primer caso ella era juzgada por la mayoría de los personajes y, en el segundo caso, Paz solo quería que lo supiera su círculo más cercano porque no se sentía cómoda compartiendo esta información con el resto. Si en estas películas, que incluso normalizando la prostitución sus protagonistas son juzgadas, en otros contenidos donde se represente de manera verídica, sus personajes sufrirán aún más cuando se desvele su secreto. Así, ocurre con Chocolate con churros, cuando la hija pregunta a la madre si es puta y a ella se le encoge hasta el alma, desembocando en un inmenso silencio.

“La madre trabajaba desde el dolor, esa era la pauta que marcamos. Una mujer que ha sufrido, una mujer que sigue sufriendo y una mujer que sufrirá, sobre todo, tras el golpe terrible de esa revelación por parte de su hija”, explica de la Torre.

Paz
Aída se entera de que Paz es prostituta

La prostitución es la “esclavitud del siglo XXI”, añade Revello de Toro. El ser humano, a medida que va creciendo, comienza a ser consciente de sus riesgos, pero para los niños es difícil su comprensión. De la Torre trabajó con una niña de 6 años y comenta que “a la hora de trabajar con niños, simplemente se le dice el texto que tienen que decir, se ensaya y fin. No tiene sentido explicarle este tipo de papeles con los que profundizarías con un actor mayor. Hay que proteger a los niños cuando son actores y hacer como si fuera un juego”.

En definitiva, de acuerdo con el análisis de Pilar Aguilar, ensayista, investigadora, profesora, escritora y crítica de cine y televisión feminista, la prostitución es representada como una vocación en el cine, sus argumentos prosex calan en él y se crea una visión en la cual es equiparada al resto de trabajos. Que películas tan taquilleras como Pretty Woman hagan tanta incidencia en la capacidad de elección y en la libertad de las prostitutas normaliza estos argumentos. Para que estos contenidos se acabasen, en primer lugar, habría que acabar con la prostitución y, en segundo lugar, hacer hincapié en aquellas películas de denuncia y de crítica que se documentan sobre el tema y conciencian a la sociedad sobre sus riesgos y peligros.

“Habría que reivindicar el hecho de que existe la prostitución y trata porque hay ofertas y ofertas porque hay los clientes las demandan. Si no hubiera hombres que demandaran este tipo de actividades no se ejercerían. Hay que concienciar a la sociedad para que no haya consumo, porque esto provoca que haya mujeres en situación de vulnerabilidad, de las cuales se aprovechan, mujeres que son engañadas, mujeres que son explotadas sexualmente y la prostitución no es un trabajo, no lo es, es una situación denigrante para una mujer”, concluye Revello de Toro.

No obstante, resulta complicado acabar con esta ocupación, puesto que como se menciona en Sky Rojo, España es el primer país de Europa en consumo de prostitución y el tercero del mundo.

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