Bajo la advertencia de FRÁGIL el ilusionista Jorge Blass sale de una caja para comenzar El arte de la magia, el espectáculo que realiza en el teatro Compac Gran Vía de Madrid durante esta Semana Santa.
La Semana Santa madrileña está cargada de procesiones que pasean majestuosos pasos que sufren la lluvia de principio de primavera. Pero éste no es el único evento que ofrece la capital estos días. Los teatros, museos y diversos lugares de ocio se lanzan a estrenar espectáculos y exposiciones para entretener a los madrileños que no tienen pueblo al que huir o a los turistas que vienen a pasar los santos días a la ciudad.
El teatro Compac Gran Vía es uno de esos lugares, desde el día 26 al 31 de marzo El arte de la Magia de Jorge Blass estará sorprendiendo a todo aquel que entre ilusionado a ocupar las rojas butacas de la sala.
Una función para todos los públicos, sobre todo para aquellos que no pasen de los trece años, como comenta el mago en un momento del espectáculo, que entretiene desde el principio sorprendiendo pese a lo común de los objetos con los que el ilusionista juega encima del escenario.
Las grandes tecnologías han afectado también a este arte ancestral, Blass utilizó una pantalla que ocupaba completamente el fondo del entablado en la que aparecían imágenes que acompañaban su soliloquio y mostraba las caras de los alucinados espectadores. Los móviles también tuvieron un papel importante en un momento de la trama cuando un simpático hombre, que le dio bastante juego al mago, prestó su teléfono para que Blass lo estampara contra el suelo, lo hiciera desaparecer y lo apareciera dentro de una lata de cerveza.
Aunque un poco más de innovación no hubiera estado de más, estamos cansados de ver al mago en la televisión o encima de un escenario u otro y muchos de los trucos resultaban demasiado familiares. Pero los niños, que poblaban la sala, estaban encantados con el mínimo truco y muchos adultos se levantaron de su asiento al finalizar la actuación.
El truco de más encanto lo protagonizó el ‘árbol de la vida’, invención de Robert Houdin, un mago del siglo XIX que hacía brotar flores y frutos de un pequeño naranjo sin ayuda, sobra decir, de los avanzados medios de nuestra época.
Así que si estos días os quedáis por Madrid acompañados de primos, sobrinos, hermanos y demás infantes, ésta es una buena opción para poner color a una tarde de lluvia, eso sí, dejaos los prejuicios y las ganas de descubrir el engaño en casa.