Cuando se apaga, parece que falta algo, ya nada es lo mismo. Solo queda el eco, traducido en las reflexiones de los visitantes que observan con detenimiento un espectáculo visualmente potente y de acústica envolvente. Hipnotizante. 2.400 DVD componen una filmoteca envidiable. Películas que cuentan una historia a la que no estaban predestinadas. Adquiridas en rastrillos, tiendas de segunda mano o videoclubs que clausuraban, ahora cobran vida estratégicamente sobre una pared de color negro en la que forman un mosaico con juegos de luces y sonidos que susurran al oído. Esta pieza se llama Sikka ingentium y es arte inteligente, tiene un por qué.
– “No estamos hechos para el mundo que hemos creado”.
Eso dice el artista Daniel Canogar (Madrid, 1964), autor de Fluctuaciones. Desde luego, no estamos preparados. Los humanos somos seres racionales, aunque a veces no lo parezca, y más que tener sentimiento, es lo que somos, impulsos por segundo. Pero, de repente, todo se ha vuelto más artificial. Las corazonadas han sido sustituidas por clics. Hemos pasado de contárnoslo todo a la cara a no mostrar ni la mitad de lo que somos en la red. Corremos el riesgo de contagiarnos, de perder nuestra esencia. No nos damos cuenta de que el equilibrio está en el punto medio.
Canogar sabe cómo hacer un uso adecuado de los medios tecnológicos. Lleva trabajando con ellos toda su vida. Especializado en fotografía, es uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional. Ha expuesto en lugares como el Reina Sofía, el Museo de Historia Natural de Nueva York o el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon. Fluctuaciones, una de sus últimas creaciones, se puede visitar en la Sala Alcalá 31 de Madrid desde el 29 de noviembre.
Pantallas de plasma en las que transitan y se funden vídeos de Youtube totalmente eclécticos. Desde películas de Charlie Chaplin hasta goles de Cristiano Ronaldo, pasando por la crisis de refugiados sirios. Imágenes proyectadas sobre chatarra. Un teclado desmenuzado, una calculadora averiada, teléfonos móviles –o lo que queda de ellos–, lectores de audio y vídeo estropeados, o carcasas y mandos que han pasado a mejor vida. Paneles cromáticos que varían en función del número de incendios activos o el estado de los volcanes del planeta. En total, 24 piezas que dialogan sobre el devenir de una sociedad adicta, a la par que agotada, a la tecnología.
Millones de datos dispersos. Unos sobre los otros, superpuestos. Sobreinformación. ¿Quién es capaz de entender algo? Pues, aunque parezca difícil, a veces, en medio del mundanal ruido encontramos el silencio al que no estamos acostumbrados y solo entonces somos capaces de dar respuesta a muchas preguntas. La obra de Canogar reflexiona sobre cuestiones como el big data y la aceleración del tiempo. Ya ni somos capaces de recordar los datos más básicos. Lo que ayer servía, hoy ya no. Nos perdemos cosas continuamente porque el día solo tiene 24 horas y por definición se supone que son insuficientes, o eso nos hacemos creer.
Fluctuaciones es un oasis, una visión introspectiva de la sociedad y reivindicativa del artista, porque todos tenemos muchos de estos medios a nuestro alcance, pero no el ingenio. Eso es lo que nos hace sorprendernos. Por una vez, no usamos la tecnología, la abrazamos. Volvemos a sentir esas emociones que teníamos aletargadas. Tocamos tierra. Recordamos qué somos y de dónde venimos.