¿Qué ocurre cuando la familia oculta sus miserias durante años? ¿Y si de repente todo ese control artificial, ese silencio, se rompiera? Así ocurre en Festen, la obra de teatro basada en la película que inició el movimiento Dogma, Celebración (1998), dirigida por Thomas Vinterberg y adaptada al teatro por el también danés Bo Hr. Hansen. La directora de la versión que se puede ver en el Teatro Valle-Inclán hasta el 9 de abril Magüi Mira, ha tomado como referencia esta adaptación logrando un drama sostenido sobre la hipocresía, las conciencias dormidas y la sociedad corrupta, donde el vino y la hiel corren a partes iguales.
La familia Klingenfeldt se reúne después de años para celebrar el sesenta cumpleaños del patriarca, interpretado a la perfección por un Roberto Álvarez con la frialdad y práctica inexpresión requerida para la inamovible figura totémica de la familia. A esta llamada, acuden los tres hijos de la familia: Christian (Gabriel Gabrisu), el hermano mayor; Helen (Clara Sanchís), la hermana revolucionaria, junto a su pareja Fabrizio (David Lorente), un músico italiano que sale de todos los cánones impuestos por una familia danesa bien asentada y, por último, Michel (Manu Cuevas), el pequeño, violento y descarriado hijo, junto a su mujer Mette (Carolina África). Linda (Isabellle Stoffel), la hermana fallecida, se pasea durante la obra con un vestido rojo interviniendo para reivindicar y contar a su hermana el secreto tan bien guardado: su padre abusaba de ella y de su hermano gemelo Christian, lo que provocó su suicidio. A este núcleo familiar se suman el mayordomo adoptado por la familia durante la infancia, Kim, encarnado por Jesús Noguero, que se encargará de hacer de maestro de ceremonias, unificando así dos papeles separados en la versión cinematográfica. A su vez, también cobra importancia Pía (Karina Garantivá) quien mantiene una relación con Christian de forma prácticamente clandestina.
Las gélidas relaciones en esta familia se palpan desde los primeros diálogos y la escenografía. Una mesa fría de color blanco donde, al entrar, antes de comenzar el espectáculo, Linda está tumbada. Un piano y un acordeón, que suenan durante la obra, además de vino y postre color rojo sangre que combinan a la perfección con un vestuario oscuro, elegante y minimalista diseñado por Lorenzo Caprile.
Un núcleo familiar roto, con una madre, Else, interpretada por Carmen Conesa, que no tiene mayor función que la de bella acompañante de su inexpresivo marido, y unos hijos que mantienen una relación prácticamente nula con su padre, especialmente Christian quien durante un discurso cuenta los abusos que sufrían por parte de su progenitor él y su hermana fallecida. Es entonces cuando talla toda la acción dramática. Un caos contenido en una familia que decide tomar al primogénito por loco y seguir con la fiesta, con una canción que se repite como estribillo de la obra con una felicidad fingida: ‘’es el cumpleaños de papá’’. Sin embargo, esta pieza musical no es la única ya que desde el comienzo, se suceden las interpretaciones vocales como el genial aria de Carmen Conesa que estremece al espectador en uno de los momentos clave de la obra.
Las reacciones frías, la felicidad fingida o abstraerse de la realidad, son algunos de los aspectos que puede mostrarnos una obra donde las pasiones están totalmente contenidas hasta prácticamente el final, donde el rol que juegan cada uno de los personajes se mantiene estable y reprimido, a excepción de Michel, que juega el papel de violento y fácilmente irascible tanto con sus hermanos como con su pareja, y de Fabrizio, que rompe el drama con pequeños golpes de humor bien situados durante el desarrollo. Sin embargo, la obra llega a alargarse cuando la trama está prácticamente cerrada, resultando algo pesada para el espectador, con demasiados silencios, bailes, interpretaciones musicales e incluso desnudos integrales del elenco completo totalmente fuera de lugar.
La obra incide sobre el control emocional excesivo e introduce al público atravesando la cuarta pared mediante Linda y la disposición de la Sala Francisco Nieva que abre las gradas a ambos lados del escenario. La corrección política, el rechazo a ver la realidad y el consentimiento del abuso a través del silencio, interpretado muy correctamente por el reparto y con puntos fuertes como una escenografía y vestuario totalmente acordes con la obra.
Autores: Thomas Vinterberg y Mogens Rukov.
Adaptación: Bo Hr. Hansen.
Versión y dirección: Magüi Mira.
Escenografía: M. Mira y Javier Ruiz de Alegría.
Vestuario: Lorenzo Caprile.
Intérpretes: Gabriel Garbisu, Jesús Noguero, Clara Sanchis, Roberto Álvarez, Manu Cuevas, Karina Garantivá, Carolina África, Carmen Conesa, Isabelle Stoffel y David Lorente.
Centro Dramático Nacional. Teatro Valle-Inclán. Madrid. Sala Francisco Nieva.
Hasta el 9 de abril de 2017