FANDO Y LIS: CAMINANDO EN CÍRCULOS

Cartel de Fando y Lis

Cuando lleguemos a Tar todo será mejor. Cuanto antes comprobemos la dirección del viento, antes podremos dormir. Cuando seas padre comerás huevo. Todo se posterga con tan poca convicción que ni siquiera adquiere la categoría de promesa. Mientras tanto, un continuo caminar en círculos. De fondo, los ecos de una guerra fratricida que sólo la sensatez inmaculada de un niño sabe tachar de absurda.

Fando y Lis se quieren. Ella no irá a ninguna parte sin él, depende de él, lo ama. Es paralítica. Fando la quiere, la mima, la abraza, la estruja, la asfixia. La acaricia, la cambia de posición, la levanta a pulso, carga con ella, la zarandea, la deja caer, la arrastra de un pie. Su amor casi infantil pero posesivo («Me gusta que seas paralítica porque así soy yo el que te pasea») es nublado constantemente por un oscuro sadismo irracional. En cuestión de segundos pasamos del «Fando, eres muy bueno conmigo, eres lo único que tengo» al «Fando, no me pegues más, no me hagas sufrir… no me abandones». Y continúan su pesado e inútil viaje.

Foto promocional de Fando y LisFernando Arrabal fue un niño marcado por la guerra, como tantos otros. Pero la división de las dos Españas hermanas se coló también en su casa: su padre, fiel a la República, deambuló por varias cárceles hasta que se le perdió la pista; su madre colaboró con el bando nacional. La obra de ese eterno niño –pues los porqués del sinsentido siguen sin respuesta– está impregnada de esa confusa orfandad, que se materializan aquí en la familia compuesta por Namur, Mitaro y Toso, que avanzan trabajosamente por dunas de arena con pies de plomo y cubiertos por un paraguas. Padre y madre se contradicen por norma y discuten acaloradamente por nimiedades. Pero tienen algo en común: su riguroso celo por tomar las debidas precauciones y su desprecio por la sensatez del hijo, que no deja de pedirles que se callen y se pongan en marcha de una vez hacia Tar, la inalcanzable ciudad paraíso.

Los actores dan vida a títeres de papelEscrita en 1955, Fando y Lis fue llevada al cine por Alejandro Jodorowsky, en una adaptación aún más surrealista que el propio texto original. Quique Culebras dirige en esta ocasión un montaje sencillo en comparación con el despliegue visual del filme, pero el carácter simbólico de la obra permanece intacto y también la fuerza del texto, que los actores de la compañía Teatro de Cerca exprimen al máximo. Especialistas en hacer representaciones en casas privadas, esta vez se suben al escenario y dejan bien alto el nombre de una de las obras de Arrabal más representadas. En la puesta en escena juegan un papel destacado unos títeres de papel que cobran vida en manos de los actores. Personalidad propia tiene también la música original de Víctor Nubla, inquietante y repetitiva. Sus ruidos y sus voces mántricas nos sumergen en la fatigosa travesía de unos personajes que nunca llegarán a Tar pero nunca dejarán de intentarlo.

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