
Junto a la saga literaria y cinematográfica Millenium, la de Los Casos del departamento Q también se revela como una de las más importantes del género negro nórdico. Hasta ahora, las novelas de Jussi Adler-Olsen (editadas por Maeva en España) han dado como resultado cuatro películas que entonan un Do sobreagudo a la hora de replantear los códigos del thriller más oscuro: Misericordia (2013), Profanación (2014), Redención (2016), y la última entrega, Expediente 64, que se estrenará el próximo 14 de diciembre.
Dirigida por el danés Christoffer Boe (Reconstrucción, Todo irá bien), este nuevo capítulo (puro) neo-noir presenta una trama que se desencadena a partir del descubrimiento de tres cadáveres momificados detrás de una falsa pared de un edificio. Un macabro hallazgo que abre una trepidante investigación a cargo del protagonista indiscutible de la saga, el detective Carl Mørck (Nikolaj Lie Kaas) y su asistente Assad (Fares Fares). La intriga –que oscila entre el tiempo presente y 1961– deja entrever una historia estrechamente vinculada con una organización neo-nazi dispuesta a llevar a cabo experimentos médicos para mantener la pureza de la raza en tiempos de inmigración ilegal.

Uno de los aspectos más interesantes y más fuertes de esta saga policiaca, y particularmente de Expediente 64, es su inconformidad con lo reciclable de las tramas episódicas. Por lo tanto, se reinventa constantemente, caso tras caso, sin dejar de lado por completo los códigos tradicionales de la creatividad criminal nórdica (ambiente lúgubre).
Directa –denuncia sin tapujos las instituciones corrompidas y expresa el dolor a través de los personajes torturados–, atractiva, cautivadora, entretenida de principio a fin; sin tiempos muertos, inteligente, muy astuta en ocasiones (con algunos giros inesperados) y, sobre todo, eficaz en su conjunto, la cinta reúne todos los ingredientes adecuados para alzarse como un thriller escandinavo sólido y más que digno.