Érase una vez un Dios que llamó a los animales a su presencia. Les dijo: “Os invito a una fiesta que celebraré mañana. Procurad no llegar tarde”. Cuando se enteró el ratón, que era muy travieso, fue a ver a su vecino el gato. Le engañó diciéndole que la fiesta sería dos días después. El día de la fiesta, el ratón engañó al buey para subirse a su espalda y así llegó el primero. Después acudieron el resto de los animales, uno detrás de otro, y la fiesta duró hasta el amanecer. Pero el gato, engañado, se quedó sin ir.
Fruits Basket, tomo 1, Natsuki Takaya (Norma Editorial)
Los animales invitados se convirtieron en los doce signos del Zodiaco Chino, en orden de llegada. Por eso el ratón es el primero, el es buey el segundo… y el gato no aparece entre los doce.
Mientras todos los animales se divertían en la fiesta, el gato se pasó la noche soñando con los manjares tan ricos que comería es esa celebración que nunca llegaría. Cuando el gato se dio cuenta del engaño, juró perseguir al ratón de por vida y convertirle en su enemigo natural. Y por eso, hasta hoy, los gatos persiguen a los ratones.
Otra versión cuenta que el Emperador de Jade organizó una carrera para decidir cuáles serían los animales elegidos. Se dice que una vez el gato y la rata fueron una vez grandes amigos, pero eran los peores nadadores entre los animales, aunque muy inteligentes. Sin embargo, en esta versión de la leyenda la rata también se dedicó a engañar a los demás, y al gato entre ellos, pues iba a ser de los primeros en llegar. Entre los dos convencieron al buey para cruzar el río que había en el recorrido de la carrera subidos en su lomo. Pero la rata, convencida de que tenía que ganar, arrojó al gato al río, convirtiéndole en enemigo natural de los ratones y del agua para siempre.
Se cuenta también que ese dios era Buda, e intuyendo cercana su muerte, llamó a los animales a su presencia para celebrar un último banquete. El gato había sido su única compañía en su larga soledad, y fue el primero de todos los animales que falleció. Buda quiso otorgar a todos los animales invitados el don de la resurrección eterna, pero el gato no quería la eternidad. “No quiero la vida eterna. Dios… Dios, aunque tengas miedo, aceptemos que todas las cosas llegan a su fin. Aun si es triste, aceptemos que la vida termina”. Pero el resto de los animales, al oír que le gato negaba el regalo de Dios, le rechazaron.
Y así, el gato quedaría excluido de los animales que consagrarían durante miles de años el zodiaco chino: la rata (ratón), el buey (búfalo), el tigre, el conejo (liebre), el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra (oveja), el mono, el gallo, el perro y el cerdo (jabalí).