ÉRASE UN HOMBRE CONVERTIDO EN TETA

 

Portada del libroEl Pecho de Philip Roth nace siguiendo una estela literaria de primer orden. En efecto, resulta evidente el guiño reverencial que Roth realiza a monumentos literarios como La Metamorfosis de Kafka, y La Nariz de Gogol Todas ellas son historias ilógicas que comparten el idioma literario como única arma para lograr el milagro de convertir en plausible lo increíble. Leer para creer, como bien sabe el propio Roth. Y como bien sabe también el protagonista de la novela, el profesor de Literatura David Keppesh, que más Kafkiano que Kafka, de buenas a primeras, un buen día amanece convertido en un inmenso pecho femenino de 73 kilos de peso.

Hace falta imaginación, y mucha, para arrancar de un modo tan inverosímil un relato, y lo que sin duda es más meritorio: mantener la verosimilitud dentro del absurdo de la trama. Para lo cual es fundamental la narración en primera persona que el protagonista nos hace los avatares de su transformación. Así, vemos como Keppesh asume inicialmente con horror y desconcierto el hecho de haberse transformado en una ciclópea glándula mamaria. Pero algo cambia cuando el profesor empieza a familiarizarse con la dimensión de placer que le proporciona ser, él enterito, un órgano de vitalicias posibilidades erógenas. Por lo que asciende a necesidad sexual de primer orden, el penetrar, pezón mediante, a la veterana enfermera que le cuida en el hospital.

Es imposible no afrontar con cierta comicidad las circunstancias vitales de un hombre que amanece convertido en una teta obsesa sexual y pensante. Sin embargo, a medida que transcurre la novela el humor se compagina con una pesada sensación de soledad y desamparo. Esta dicotomía humor- angustia avanza de la mano a medida que el protagonista trata de explicar lo inexplicable de su situación por cauces psicoanalíticos. Desde el inicio, Keppesh se culpa por haber perdido la batalla contra su inconsciente, convirtiéndose fatalmente en el objeto que él más ha deseado siempre: un pecho femenino. Reflexiones que Roth aprovecha para desplegar un humor negruzco y libidinoso claramente acomodado al diván del Dr. Freud, cuyas teorías acolcharon las neurosis eróticas e intelectuales del Nueva York post-hippy de los setenta.

Hay que tener en cuenta que Roth concibió esta novela como una simpática provocación, cortita, fácil de leer, pero cargada de una ironía no exenta de trasfondo e inteligencia. Y lo consiguió, que no es poca cosa en absoluto. Bien es cierto que frente a otras obras del autor El pecho puede ser visto como un simple divertimento literario. Pero es que Roth tiene el inconveniente de haberse puesto muy alto el listón a si mismo. Así que, para evitar inmerecidas decepciones, el lector que indague en los cataclismos hormonales del Profesor Keppesh debe ser consciente de que no se encuentra ante el mejor Roth, pero que en todo caso, El Pecho no deja de ser una novelita inteligente, divertida y recomendable con la que podrá tomar mayor perspectiva del talento de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.

El Pecho (1972), Philip Roth. Editorial Mondadori.

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