EL ORIGEN DE UNA DISTOPÍA

 

Hay fotogramas que, desde que los vemos por primera vez, quedan grabados en nuestra retina; esas son las imágenes que conforman la historia del cine. Una de ellas es la escena final de la película en la que Charlton Heston encarna a un joven y desconcertado astronauta. Una reveladora visión de la estatua de la libertad que ha dado lugar a diferentes versiones y secuelas de una misma distopía: la de la conversión de los simios en especie dominante sobre el ser humano.

¿Caprichos de la evolución? En 1968 esa explicación parecía la más lógica pero Hollywood no tardó en darnos otra salpicada de viajes en el tiempo con las secuelas que sucedieron a la película original. Ahora, años después tenemos una más que, si bien no está a la altura de sus predecesoras en cuanto a calidad cinematográfica, sí llena los huecos que dejaron las anteriores.

En El origen del planeta de los simios la historia prima sobre las escenas de acción, que no son tantas como deja entrever el cartel y eso es algo que se agradece. El recurrente hilo de un avance científico fallido, que sustenta alguna que otra historia de Marvel, es la explicación para poner en pie el fin del ser humano como especie dominante.

Rupert Wyatt lo hace con unos actores aceptables y con pequeños guiños a la saga de los 70. No obstante, hay partes en las que la película resulta lenta y deja entrever su matiz comercial.

Si en un futuro próximo la famosa imagen de la estatua de la libertad en medio del desierto dará lugar a más películas o no es algo que aún no está claro. De momento el final de esta última cinta se presta a ello; lastima que no llegue a impactarnos con uno de esos fotogramas para la posteridad.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.