Eran cerca de las siete de la mañana. Ni siquera había amanecido. Pero con la misma ilusión con la que su padre se ponía el nuevo uniforme de trabajo, Bruno le sacaba brillo a la bicicleta. La miraba una y otra vez, procurando que no tuviese ni una sola mota de polvo, y una vez la había dejado lista, se subió a una banqueta para comprobar en el espejo que su imagen era tan o más apuesta que la de su padre… Una simple bicicleta conseguida por el valor de unas cuantas sábanas, había tornado un futuro incierto en un provenir esperanzador; en un porvenir no exhento de humildad pero con las necesidades básicas a salvo…
En medio de un barrio de las afueras de Roma con calles sin asfaltar y viviendas sin agua corriente, Antonio se dirigía montado sobre su bicicleta a cumplir con su primer día de trabajo, pero su alegría no tardaría más de unas horas en verse empañada de nuevo, convirtiéndose su vida y la de su hijo en una contínua y desalentadora lucha por recobrar aquello que les libraría del hambre; aquello en lo que risidía su única posibilidad de salir de la pobreza..; aquello que para un niño cualquiera no era más que un simple objeto de juego, pero que para Bruno era mucho más..: una sonrisa de su madre.., una broma de su padre.., y también un trozo de pan que echarse a la boca.., escaso en la sociedad de entonces.., una sociedad de la que en 1948, Vittorio de Sica y Cesare Zavattini dejaron constancia a través de una observación directa, psicológica ysentimental de la realidad: la sociedad de la posguerra.
Sin artificios, sin actores profesionales, con un modo de producción austero y con un tiempo continuo desarrollado en tres días consecutivos, De Sica Y Zavattini nos dejaron en esta película una crónica de la miseria de un pueblo que había de reconstruirse a partir de los escombros que había dejado la Segunda Guerra Mundial; un documento de la situación social de ese momento en el que la realidad misma es mostrada como un relato, con una transparencia que deja ver de la forma más pura posible, a través de simples descripciones y apuntes de la vida cotidiana, la precaria realidad de esa época; aquella que todas las películas del Neorrealismo Italiano de la posguerra pretendieron mostrar y de la que esta película es ejemplo…
Mediante un realismo funcional dotado de connotaciones morales, Vittorio de Sica, Roberto Rossellini, Luchino Visconti y Giuseppe de Santis nos dejaron toda una serie de títulos en los que recurrieron a la ficción fílmica con la única pretensión de documentar la realidad histórica de la forma más transparente posible; de desvelar la realidad del ser humano de ese momento evitando cualquier tipo de manipulación de la misma hasta alcanzar una “ética de la estética”..; una filtración de la realidad a través de la estética, y de la verdad con la que había de estar comprometido el cineasta, a través de la ética…El limpiabotas, de Vittorio de Sica, Germania, anno cero, de Rosellini, Arroz Amargo, de Giuseppe de Santis, o Terra Trema de Luchino Visconti, son ejemplos de ello, y, como todas ellas, según dijera André Bazin, el Ladrón de Bicicletas sería “uno de los primeros ejemplos del cine puro. No hay actores, no hay historia, no hay puesta en escena.., nos hallamos ante la ilusión estética perfecta de la realidad: no hay cine”.
Título: El ladrón de bicicletas. Año de producción: 1948 País: Italia. Duración: 88 min. Género: Drama.
Director:Vittorio de Sica. Guión: Cesare Zavattini, Vittorio de Sica, Suso Cecchi d’Amico. Música: Alessandro Cicognini. Fotografía: Carlo Montuori. Reparto: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Giulio Chiari, Vittorio Antonucci.