Atención, damas y caballeros… ¡el circo ha llegado a la ciudad! ¡Tigres, elefantes, trapecistas, acróbatas, payasos, domadores de leones! El coche promocional recorría las calles de mi pueblo con un megáfono gigantesco instalado en el techo, pregonando a los cuatro vientos las bondades del circo que acababan de montar en el descampado del barrio. Los niños se ponían como locos y no paraban de dar la tabarra hasta que sus padres les llevaban a la carpa de rayas rojas y blancas que escondía el “espectáculo nunca visto” que todos conocíamos tan bien. Años después, son los padres los que corren hacia la carpa de colores tétricos y cubierta de telarañas. El circo ha muerto, pero el Circo de los Horrores lo ha resucitado de entre los muertos con un espectáculo más vivo que nunca.
La oscuridad reina en el interior de la carpa. Un cementerio gótico del siglo XIX acoge a los monstruos que se dan cita en el Circo de los Horrores, un circo para adultos en el que los espectadores se convierten en víctimas. Entre el circo, el teatro y el cabaret, Suso Silva, director del Circo de los Horrores, nos presenta un espectáculo que se debate entre los sustos y la risa.
La épica del terror, la estética de los miedos y una atmósfera de profundo negro y humo agobiante conforman el primer contacto con este show. El espectáculo se aprovecha de crear incomodidad y de la susceptibilidad con la que el público entra en la sala circular; tenemos la horrible sensación de que alguna mano nos rozará la nuca o unos labios saborearán nuestro cuello y no nos fiamos de nuestros compañeros por culpa de esa negritud opaca que ciega todo lo que nos rodea. Pero todo empieza con relativa calma, dentro de esa carpa marcada con el pentáculo; dicen que la punta de la estrella orientada al sur es una llamada a los tenebrosos, y justamente desde ese sur, se abre una puerta de hierro magnánima para dar paso a los bizarros seres que conforman esta casa de locos. Entre contorsionistas, malabaristas, fuego, vómitos, gritos, nanas horripilantes y cabezas de madres degolladas, quién pensaría que el verdadero protagonista es el humor (macabro, eso sí, pero humor al fin y al cabo).
Un circo diferente, oscuro, sorprendente y divertido en el que los trapecistas son momias y arañas, las contorsionistas son niñas poseídas y los acróbatas son verdugos. Nosferatu cuenta chistes y un demonio hace las veces de azafata. Los números espectaculares se mezclan con los cómicos, mientras la música tétrica se nos mete por dentro y nos pone en ambiente. El Circo de los Horrores es, al fin y al cabo, un circo tradicional llevado a cabo de manera macabra pero siempre con espacio para la risa. El número de mímica nos transporta, por ejemplo, a Charles Chaplin; esa espeluznante niña, a las gemelas de El Resplandor o a la nana de La Semilla del Diablo de Roman Polanski; las contorsionistas chinas a Reagan, la niña del exorcista, o a la versión original japonesa de The Ring… referentes comunes del imaginario del terror que somos capaces de identificar, pero con los que también nos identificamos recordando escalofríos, grimas y gritos.
El Circo de los Horrores te espera en La Cubierta de Leganés hasta el 10 de julio antes de continuar su siniestra y espectacular gira. Terror del bueno en estado puro. El circo ha vuelto de la muerte acompañado de payasos tétricos, enfermeras sangrientas, magos de vudú y sustos para morir… de risa.
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