Cuatro de la tarde. En una pequeña sala de cine en el centro de Madrid se proyecta para la prensa la película Droga Oral de Chus Gutiérrez. Muchos de los informadores tantean la comodidad de sus asientos. Un pase de película a esas horas invita más al sueño que al análisis apasionado de lo que se ve.
Empieza la proyección, la película es sencilla en su planteamiento. No innova, ni lo pretende, en la narratividad cinematográfica. Una serie de personajes, algunos tan conocidos como la galerista Topacio Fresh, el dramaturgo Francisco Nieva o el fotógrafo Alberto García Alix, hablan sin tapujos sobre las drogas frente a la cámara. La dependencia, la especialización, el morbo que genera lo prohibido, el uso que se da a las drogas, su descubrimiento… todos estos temas aparecen con la mayor naturalidad.

El film impacta no por su forma sino por su contenido. Prueba de ello: al salir de la proyección varios de los periodistas convocados comentábamos diversas frases oídas en la película («en España es más difícil comprar un antibiótico sin receta que comprar droga»; «Encontré en el Lexatín lo que llevaba buscando toda la vida»).
Se habla de drogas legales e ilegales. Sin sensacionalismos y sin proselitismos. Desde una naturalidad que sorprende, por poco habitual en el tema tratado, al espectador que asiste en los minutos de metraje a una inyección de realidad.
Chus Guitiérrez (Granada, 1962), ha partido de una obra anterior –Sexo Oral (1995), en la que se disertaba sobre sexo- para que prime más el qué que el cómo. Construye así una película que, a pesar de su paso por la SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid), es difícil que llegue a salas comerciales. Por ahora, se puede disfrutar en la plataforma VeBeo (enlace). Un film valiente y sugestivo.
[vsw id=»P-FD2kNIYO8″ source=»youtube» width=»425″ height=»344″ autoplay=»no»]