La casualidad ha querido que Cristóbal Toral pasee por Madrid su nueva inventiva recién descubierta antes de presentarse en Nueva York, la ciudad en la que sí estaba prevista la muestra de su alarde creativo. Creatividad que da un giro técnico y cambia el óleo sobre lienzo por los colores tenues que su nuevo material de trabajo, la acuarela, es capaz de plasmar sobre el papel. El resultado: equipajes no aptos para vuelos de bajo coste, bodegones furiosamente destrozados o mujeres humanizadas que se desdibujan. Todo, en la Galería Juan Gris, que nos da la oportunidad de poder contemplar al Toral más poético sin necesidad de hacer las maletas.
Diez son los años que llevaba intercalando sus dibujos en papel con las pinturas al óleo y aunque no reniega de su trabajo anterior, reconoce que este nuevo material le permite indagar y experimentar con nuevas sensaciones. Sensaciones que sabe transmitir mejor que nadie nada más deslizar el pincel acuoso sobre la lámina blanca. En ese momento, la feria de las texturas y los colores da comienzo para ofrecernos llamativas cajas con materiales frágiles en su interior, abandonados o sobre un paisaje minimalista, trastos viejos descolocados o alimentos que explotan o se cortan con gracia para su consumo. Los bodegones se entremezclan con figuras femeninas aturdidas, perdidas en habitaciones grises, medio vacías, que se compenetran bien con la abulia con la que miran el equipaje aún sin abrir. Y las composiciones con cierto aire surrealista combinan perfectamente un pedazo de sandía voladora o cajas varias con un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús.
Novedosa por su acabado y su concepción, Toral planta sus maletas en Madrid para enseñarnos un trabajo único plasmado en acuarelas que nada
se parecen a los paisajes costumbristas que emplean esta técnica. Los buenos resultados obtenidos tras superar la gran dificultad se observan en cada obra de esta muestra sutil pero visceral a un tiempo. Una exposición ante la que el visitante no quedará indiferente.
