CARTAS DE AMOR DE UN SEXAGENARIO VOLUPTUOSO, O LOS CHATS A. I. (ANTES DE INTERNET)

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«Nuestro próximo invitado aún no ha visto físicamente a su chica, pero aún así quiere decirle algo muy importante esta tarde. ¡¡¡¡¡¡Demos un fuerte aplauso a Johnny/Cristian/Yerai!!!!!». No nos suena tan extraño. En la televisión vemos a gente que, gracias a Internet, ha caído en las redes de un amor que sólo vive de mensajes instantáneos y correos electrónicos. Esto no suena a una historia de Miguel Delibes (Valladolid, 1920 – 2010) pero, remotamente, puede parecerse a lo que nos contó en Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso.

 

«A ver, Johnny/Cristian/Yerai, qué es lo que quieres decirle hoy a tu chica delante de todo el mundo». «Pueeees… Vane/Jessi/Debo, yo lo que quiero decirte es de que estoy enamorao de ti y de que conectarme al chat ese día y hacer clic en «Reshulita19» ha sido lo mehó que ma pasao en la vida». Aplausos enfervorecidos del público mientras Vane/Jessi/Debo entra por la puerta para sorprender a Johnny/Cristian/Yerai, que se pensaba que su ciberamada estaba en su casa de Cartagena (Murcia) (o de Indias, lo mismo me da). Esta trama ya ha llenado ediciones y ediciones de talk-shows. Y, de todas maneras, no nos resulta tan lejana la época en la que las contestaciones no venían después de unos segundos de espera delante del ordenador, sino tras días mirando el buzón y preguntando al cartero.

Echo de menos las cartas. Cuando abrías el buzón y aparecían folios y folios de andanzas y de bobadas, de declaraciones de amor y de relatos cronológicos interminables. Ahora, el buzón sólo trae facturas y publicidad, y la mejor noticia que llevan consigo los carteros es el ingreso de la nómina. Qué fue del papel perfumado y el matasellos… nada de eso llega con un correo electrónico, ni con un mensaje por Facebook, ni siquiera con una conversación plagada de emoticonos que sonrían, lloren o guiñen un ojo. Una carta era más que todo eso.

En 1979, lo epistolar aún estaba de moda. Evidentemente, Eugenio Sanz, un periodista recién jubilado, no podía encontrar un refugio mejor para matar el rato que la prensa, en la que tantos años había trabajado. Ahí fue donde encontró el anuncio de Rocío, una viuda sevillana más joven que él que busca «amistad por correspondencia» (qué vintage y poético suena el término…). Y así empieza todo: un repaso por la vida de Eugenio, por su infancia castellana, por su visión de la vida y del periodismo, por sus confesiones a Rocío, por la falta de amor, a excepción del que profesa por su hermana, en su vida… hasta que llega ella, Rocío, su Rocío, y, como no puede ser de otra forma, no le corresponde. Same old story… Pasamos del «Muy señora mía (…) Con respeto y amistad, Eugenio», al «Amor mío (…) Te idolatra, Eugenio», y finalmente no queda otro remedio que volver al «Señora (…) Atentamente, Eugenio».

El escritor Miguel DelibesNo es la mejor obra de Delibes, seamos sinceros. El escritor vallisoletano, sin duda uno de los mejores nombres de la literatura en castellano del siglo XX, pasará a la historia por su inmensa trayectoria y sus relatos de la vida en Castilla, la caza, el campo y el mundo rural. Y los niños que estudian sus obras no ennumeran Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso en la lista que incluye títulos como La sombra del ciprés es alargada, El camino, Las ratas, El hereje, Cinco horas con Mario o Los santos inocentes. Sin embargo, esta novelita sí que destaca como una de las más tiernas del autor, y, además, rezuma «delibesismo» por cada una de sus páginas. Y lo hace porque Eugenio, con su timidez, su carácter recio y su austeridad, con su uso de la palabra justa, tiene mucho de Delibes en él, a pesar de resultar profundamente antipático por simplón en muchas ocasiones. Sin embargo, se desprendiendo poco a poco de su coraza para abrirse cada vez más a la sevillana de sus amores en una declaración progresiva pero nunca explícita. No le transcribe versos de Neruda, pero le cuenta sus manías de viejo, sus achaques… y si compartir esas vergüenzas no es amor, que baje Dios y lo vea, como se dice por Castilla la Vieja. La Castilla de Delibes, que también es la mía.

Cuarenta y dos cartas. Un telegrama. Casi seis meses de correspondencia. Hoy, en los chats, el progreso de una relación se mide por el nivel de desnudez a ambos lados de una web cam, y de ningún modo podría esperar una semana a una contestación. En las cartas de Eugenio y Rocío, lo más próximo a desnudez física es una foto en bikini. Pero no nos quedemos en esa desnudez… Eugenio no puede desnudarse más. Podría gritar en mayúsculas que está desnudo, como mucho, pero eso ya caería en el exhibicionismo. Y eso no es propio de un recio solterón jubilado que cada día baja al buzón con la ilusión de un quinceañero enamorado que pasa horas conectado al Messenger esperando a que su [email protected] se digne a aparecer por la red.

Título: Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso
Autor: Miguel Delibes
Editorial: Destino
Año de publicación: 1983
Año de edición: 2010
Páginas: 184

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