Si te quieres saltar la operación bikini con un donut, un buen helado de cucurucho o un par de galletas de las de masa gorda, estás de enhorabuena. O bueno, quizá no, porque no te las vas a poder comer. Lo que hay dentro de Caja de Sonrisas tiene un aspecto delicioso, pero no pasará de los agujeros de tus orejas, de tu pelo o de tu cuello. Son los accesorios que Carolina, profesora interina de Madrid, diseña y confecciona en sus ratos libres. Colgantes en forma de chupa-chups, pendientes de polo y clips para el pelo con rosquillas, imposibles incluso en las mejores fantasías de Homer Simpson.
Una línea de complementos como el patriarca de Matt Groening en aquel inolvidable episodio: mágica, en el país feliz, en una casa de gominola en la calle de la piruleta.
Su secreto es el fimo, una pasta moldeable de casi cualquier color imaginable, a la que su creadora da forma con sus dedos pequeños y ágiles para después hornear y convertirla así en estos accesorios con sabor a chocolate, fresa, nata y pistacho. En tiempos de crisis, a nadie le amarga un dulce, y menos por dos o tres euros.
La Caja de Sonrisas servirá de motivación a Carolina ahora que llega el verano y, como todos los profesores interinos de la Comunidad de Madrid, se queda sin trabajo. Tras obtener gran éxito de crítica y público entre sus familiares, amigas y compañeras de trabajo Carolina amplía mercado. Visita la colección de Caja de Sonrisas y/o encarga tu pedido en su página de Facebook.