“Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gangster”, así comienza Uno de los nuestros -1990- de Martin Scorsese, la cual alude al self-made man americano. Sin embargo, Vivir de noche, la cuarta película dirigida por Ben Affleck y que llega a las carteleras españolas este 27 de enero, presenta la lucha interior de un miembro del crimen organizado que se debate entre el bien y el mal. ¿Se puede ser un delincuente y buena persona al mismo tiempo?
En 2003, Gigli, una comedia romántica protagonizada por Affleck, recibió nueve nominaciones a los Razzie -galardones conocidos como los anti-Oscar, es decir, que premian las peores películas-, encasillando al actor como poco más que una cara bonita de Hollywood. Años más tarde, en un intento fallido de introducirse en el universo cinematográfico Marvel –cuando todavía no existía- con Daredevil, sus proyectos como Matt Murdoch fueron cancelados. En 2013, la suerte del actor pareció dar un giro, Affleck se convirtió en el nuevo fenómeno de la industria cinematográfica después de ganar el Óscar a ‘mejor película’ por Argo. Sin embargo, en esta ocasión, no ha conseguido remontar el vuelo con Vivir de noche.
El filme, ambientado en el Boston de los años 20 durante la ley seca, nos muestra una elegante escenografía, además del vestuario típico de la época. No le faltan disparos, ritmos cubanos, elaborados diálogos y hasta una femme fatale. No obstante, el director nos ofrece un vistazo muy fugaz del mundo de la mafia, sin abarcar la complejidad del género.
La dosis de violencia, propia del cine negro, es aceptable. Aun así, apenas se percibe la tensión, no existe un punto álgido. Esto, sumado a la insulsa actuación de Affleck como protagonista de la película y la pérdida de compasión e interés por los personajes a medida que avanza, hace que la cinta no traspase la pantalla para emocionar al espectador.
En definitiva, un filme entretenido, aunque sin necesidad de encontrarse en nuestra colección privada del género.