‘Aniquilación’: reflexiones postproducidas

Natalie Portman en Aniquilación.
Natalie Portman en el bosque narrativo de ‘Aniquilación’.

El cine que se concibe y diseña como un reto intelectual para el espectador corre un riesgo importante. Corre el riesgo de hacer el ridículo. Esta corriente tan extendida y exitosa de la fantasía psicológica con una pátina de ciencia ficción nació allá por los 90 (Shyamalan, todo esto es culpa tuya) y, desde entonces, lo cubre todo. La cosa se ha vuelto especialmente difícil de soportar desde el nacimiento de las redes sociales, que se incendian cada vez que se estrena una película de este perfil, con cuatro proyectos de ideas filosóficas mal dibujadas y un final abierto entregado a la fantasía de los espectadores. Un movimiento completo basado en la idea de jugar a ser inteligente.

Es una pena que Alex Garland, guionista londinense de obras tan decentes como 28 días después Nunca me abandones; y que debutó en la dirección hace tres años con la bien facturada e inteligente Ex Machina, haya caído en este mismo saco (aunque haber escrito una novela como La playa tenía que haber sido un indicio de que esto podía ocurrir). Aniquilación, estrenada directamente en Netflix sin pasar por salas en ningún país fuera de los Estados Unidos, está muy en la línea de los productos cinematográficos que manufactura la multinacional del video-on-demand. Es una cinta de diseño futurista y visualmente atractiva; aunque insufriblemente creída, despersonalizada hasta la extenuación y autoconsciente hasta el paroxismo.

La película, cuyo guion también viene firmado por Garland como una adaptación de la novela homónima de Jeff VanderMeer, tiene como protagonista a Natalie Portman en el rol de Lena, una bióloga que pasa los días atormentada y solitaria tras la desaparición de su marido, Kane (Oscar Isaac) en una misión especial del ejército. Garland dibuja al personaje principal como una mujer retraída, incapaz de canalizar sus emociones desde el golpe recibido. Un buen día, sin embargo, Lena recibe en su propia casa la sorpresa del regreso de Kane. Tras la emoción inicial, descubre que su marido está, en cierto modo, desposeído de sí mismo. Que no es el que era. Esa misma noche, las fuerzas del ejército llegan a su casa para llevárselos a los dos.

Fotograma de Aniquilación.
Hay diseños de producción sobrecargados y luego está el de ‘Aniquilación’.

Ya en un centro de operaciones del ejército, Lena intenta sacar respuestas de la Doctora Ventress (Jennifer Jason Leigh) una psicóloga entregada a su trabajo y sin empatía social (nótese la compleja construcción de personajes que lleva a cabo Garland, del cliché grande al cliché monstruoso). Lo único que consigue es convertirse en miembro de una nueva expedición al misterioso universo en el que desapareció su marido. Dicha expedición la conforman, además de ella y la doctora, otras tres mujeres: la prototípica física inteligente, tímida y con gafas (Tessa Thompson); la prototípica mujer fuerte, luchadora y con fuerte vinculación con el ejército (Gina Rodriguez); y la, cómo no, prototípica mujer a la deriva tras la pérdida de su hija (Tuva Novotny).

Aventuras y filosofía de bachillerato

A partir de ahí, la cinta se convierte en una historia de aventuras. Un relato en el que cinco mujeres (todas lo son y nadie lo menciona siquiera como si fuese raro: punto positivo para Aniquilación) se ven obligadas a sortear todo tipo de dificultades y a todo tipo de monstruos en un universo en el que las leyes de la física no funcionan como en la realidad. Garland introduce un par de elementos simbólicos (el faro, las células…) y trabaja en torno a ellos mientras los personajes se enfrentan a las diatribas de su camino. Dicho universo está construido con un diseño de producción tan sobreproducido que transmite la sensación de no ser otra cosa que un videojuego de CGI desorbitado.

Todo ello se acentúa al máximo en el último acto, cuando al espectáculo de luces y brillos saturados se une la resolución (o planteamiento, depende de cómo se vea) de las ideas someramente trazadas durante la película. En su pelea final consigo misma, Lena descubre cosas tan inauditas y poco afrontadas en la ciencia ficción de los últimos 20 años como que la violencia, a menudo, parte de los seres humanos y su ambición, y no de su entorno, que lo único que hace la mayor parte de las veces es defenderse. Lo destruimos todo y, de paso, nos destruimos a nosotros mismos y a nuestras relaciones. Que pena, pues, que Garland no sepa hacer que nos importen las relaciones de la protagonista. Todo ese relato, sépase, está enmarcado (en forma de analepsis) en aquello que Lena cuenta a un cuerpo médico tras abandonar dicho universo.

Lo que pasa con el efectismo es que no puede pretenderse inteligente sin caer en su propia trampa. Con la crítica volcada hacia este nuevo alarde de fastuosidad de la ciencia ficción colorista moderna, cabe preguntarse si el engaño va a durar muchas más décadas. Si se va a prolongar mucho la moda de parecer inteligente en lugar de (qué locura) serlo de verdad y tratar al espectador como si también lo fuese. En tiempos de condescendencia, Aniquilación es lo que triunfa.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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