Seis discos y más de quince años sobre los escenarios han sido los necesarios para situar a Andrés Suárez donde se merecía: en el Barclaycard Center, comúnmente conocido como el Palacio de los Deportes de Madrid. Fue el viernes 4 de noviembre cuando el cantautor español puso broche final a una gira en la que ha dado más de 90 conciertos tanto en España como en otras partes del mundo.
Con veinte minutos de retraso, salió al escenario el artista gallego que todos estaban esperando: una persona humilde, agradecida y con muchas ganas de cantarle al amor, o mejor dicho al desamor. Dos horas y media de concierto donde hubo tiempo para las canciones de antaño y las del nuevo disco. Y como si todo hubiera estado preparado, la lluvia acompañó a una noche donde el cantante profesó un amor incondicional por la capital y por su público aunque lo hizo aún más por su tierra. Esa tierra que tanto aparece en sus canciones y que enamora cada día un poco más.
No faltaron Vuelve, No te quiero tanto, Si llueve en Sevilla, No saben de ti, 320 días, Dublín, A media estrella y muchas otras más. Pero si hubo dos momentos en los que Andrés Suárez se mereció ese gran concierto en el Palacio de los Deportes de Madrid fue cuando por sorpresa apareció Joan Manuel Serrat en una de sus canciones y cuando se quedó a solas en el escenario sin micro, sin sonido y sin músicos, y solo con una guitarra cantó una bella canción dedicada a sus abuelos. A partir de ahí, los sentimientos estaban a flor de piel y no fue extraño ver lágrimas entre los asistentes.
«No faltaron Vuelve, No te quiero tanto, Si llueve en Sevilla, No saben de ti, 320 días, Dublín, A media estrella y muchas otras más».
Porque Andrés Suárez consigue eso, provocar una emoción tan fuerte en las personas que muchas veces no se sabe si lloran de alegría, tristeza o emoción. Cada canción habla de una historia, un amor, un lugar o una persona, y la noche del 4 de noviembre pasó por todas y cada una de ellas.
Si hay algo que caracteriza a Andrés Suárez es la humildad que tiene con su gente. En todo momento se veía a un artista emocionado que no paró de dar las gracias a su público, de recordar sus inicios, dedicar canciones y nombrar a todas las personas más importantes que habían pasado por su vida.
Mi pequeña historia, su último trabajo va principalmente dirigido a sus padres tal y como se puede comprobar en la dedicatoria inicial del disco. Esa misma noche, cómo no, una de las menciones más bonitas fue para sus padres, en palabras de Andrés Suarez “aquellos dos jóvenes que han venido en autobús y que ahora están sentados entre las gradas viendo cumplirse los sueños de su hijo”.
El final del concierto se convirtió en una gran fiesta donde hasta el público de las gradas que tenía su asiento numerado arrancó a bailar y no dudó en ponerse de pie para rendirse ante un Andrés Suárez emocionado. El concierto fue increscendo y la ovación del final vino tan cargada de sentimientos que es difícil describirlo con palabras a aquellos que no lo vivieron.
Sus seguidores más fieles no volverám a ver a Andrés Suárez hasta mínimo dentro de 8 meses, pues ahora le toca encerrarse para grabar nuevo disco y seguir componiendo. Pero si algo dejó este cierre de gira, es tanta energía y emoción como para tener ‘subidón’ de Andrés Suárez para rato. La noche del 4 de noviembre el público fue quien se encargó de escribir la última parte de ‘mi pequeña historia’ o mejor dicho la ‘pequeña gran historia’ de Andrés Suárez.