‘Absolutamente Heather’: el boceto literario de Matthew Weiner

Llama mucho la atención que una persona especialmente brillante en alguna disciplina artística pueda llegar a patinar con estrépito en otra de la cual no se aleja en exceso. Se dice -se comenta- que si tenemos que buscar algún campo que se aproxime al cine, lo hallaremos en la novela. Al cine convencional, entiéndase, no a El espejo de Tarkovski, que es más un poema desmembrado de Eliot que una novela al uso. Pero lo cierto es que los que dicen tal cosa no van en exceso desencaminados. Cine y novela comparten características: ambos exigen estructura, narrativa, personajes, conflicto, resolución. Se podría resumir la cosa en que ambas disciplinas -una con imágenes, otra con palabras- se basan en lo mismo: construir historias.

Precisamente por eso es curioso que no existan más cineastas que deriven a la literatura, o escritores que se lancen a la dirección. Es cierto que sí ha habido literatos que han escrito grandes guiones (el de Marguerite Duras en Hiroshima, mon amour; el de Nick Hornby en An Education; el de William Faulkner en El sueño eterno). Más difícil resulta imaginar grandes libros escritos por cineastas. En España tenemos a David Trueba, que parece que lo hace todo tan bien que dan ganas de invitarlo a tu casa para que te haga la cena. Los relatos de Woody Allen malos tampoco son. Hablando de Tarkovski, muchos directores como el ruso escribieron grandes ensayos sobre cine: desde su Esculpir el tiempo al El cine según Hitchcock de Truffaut.

Absolutamente Heather.
Portada de ‘Absolutamente Heather’.

Pero, ¿novela? Lo cierto es que no es algo frecuente. En las creaciones cinematográficas -televisivas- de Matthew Weiner, uno de los capos de la irrupción de las series como fenómeno universal de ficción (creó Mad Men y guionizó Los Soprano, ahí es nada), se puede ver su incipiente y frustrado interés por este campo. Christopher Moltisanti, en Los Soprano, y Kenny Cosgrove, en Mad Men, son dos personajes que sueñan con convertirse en novelistas (Chris fracasa, Ken no tanto). Al igual que ellos, Weiner se ha lanzado con su primera novela, Absolutamente Heather (‘Heather, the totality’), publicada en el mes de enero en España por la editorial Seix Barral.

Resulta difícil entender cómo es posible que Weiner, creador de dos de los universos más apasionantes de la historia de la televisión, además de infinidad de personajes tan complejos y potentes, haya escrito una novela tan absurdamente pobre. No se puede decir que el estilo de Absolutamente Heather sea pobre, aunque sí es sencillo y desprovisto de malabarismos -el libro se puede leer, tranquilamente, en una hora o dos, siendo lento-. El problema radica, por el contrario, en la construcción de la historia, en la comprensión de cómo se deben emplear las herramientas a la disposición del escritor para potenciar las virtudes de la literatura. Weiner, maestro de la televisión, parece un adolescente novato escribiendo su primera novela.

Absolutamente Heather es tan simple que casi duele: muestra, primero, la construcción de un matrimonio conformado por Mark y Karen Breakstone, una pareja que pronto inicia un proceso de descomposición tras el nacimiento de su hija Heather, el pilar narrativo sobre el que se construye todo el libro. Por otro lado, compone la personalidad de Bobby, un personaje que habita los arrabales de la sociedad. Los cuatro personajes que protagonizan la novela son meros arquetipos, construcciones vacías que no dejan de fluctuar por sus páginas con candidez, sin resolución. Y es que ahí reside la gran debilidad de Weiner como escritor: no cuenta nada. No ocurre nada. Su narrativa pretendidamente reflexiva acaba cayendo en el peor de los vacíos. La reflexión es terrenal y en la tierra no vive nadie.

Quiero escribir, pero no sé el qué

La novela (novella, que dirían en Italia, por su longitud) no sabe hacia dónde quiere ir. No sabe si quiere ser un relato o una construcción mayor, y el lector se queda al final con la sensación de no saber qué han querido contarle, de haberse quedado a medio camino entre dos puntos desconocidos. Ni es lo suficientemente larga -ni muchísimo menos- para generar un universo profundo y denso con el que el lector pueda integrarse ni lo suficientemente contundente en su contenido para funcionar como puñetazo, como daga directa al estómago.

Hay en Absolutamente Heather el olor lejano de un creador talentoso, de un Matthew Weiner del cual ya conocemos sus habilidades. Sin embargo, esta ejecución tímida, ingenua y principiante dista mucho de corresponderse con la imagen que nos generó la idea de que él fuese a publicar su primera novela. Uno tiene la sensación de que, de hecho, dicha creación nunca habría visto la luz de no haber procedido de una pluma tan reconocida como la de Weiner. Y digo sensación por no decir certeza, aunque también es cierto que cosas peores han visto la luz por venir dadas por la fama de sus creadores. Literatura externalizada, se la podría llamar.

Absolutamente Heather, en definitiva, es el boceto primarísimo de lo que Matthew Weiner podría ser como escritor, pero resulta una idea tan básica que muy difícil se nos pone el cometido de imaginar cuál sería su potencial. Va a ser cierto que hacer cine y escribir literatura no son la misma cosa. Ni mucho menos.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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