Rosa Torres-Pardo: «El silencio da sentido a todo»

“Un poema conduce a una canción y una canción conduce a una poema” explica Rosa Torres-Pardo. Con estas palabras esboza el hilo conductor de su último espectáculo, Música callada. La vida rima, un diálogo entre música y poesía en el que une su piano a la voz de la actriz y cantante Ana Belén. El resultado es un viaje con escalas por el espacio sonoro, un honesto canto a la vida y al arte. Tras una semana en el Teatro Español continúan la gira de teatros que les está llevando por toda la geografía española.

Es la primera vez que trabaja con Ana Belén, aunque siempre ha confesado su admiración por ella. ¿Cuándo se cruzaron sus caminos?
Hace unos años, Víctor (Manuel) y Ana vinieron a un festival que tengo en Robles de Laciana (León). Por entonces, él ya me propuso hacer algo con poemas y música junto a ella, pero ahí se quedó la idea. El año pasado, Luis García-Montero y yo pensamos en preparar algo para presentar al Festival de Música Religiosa de Cuenca y si algo tenía claro era que necesitaba a una actriz como Ana Belén.

¿Cómo evolucionó la idea de un recital de temática mística a una miscelánea sobre la estrecha relación entre vida y arte?
Lo que suele suceder. Empezamos con Federico Mompou y su Música callada, inspirada en San Juan de la Cruz, y las Veinte miradas del niño Jesús de Olivier Messiaen y empezamos a tirar del hilo: Mozart, José Hierro, Cernuda… Luis (García-Montero) ideó esta historia de relacionar la música con los poemas: una canción te lleva a una poesía y una poesía a una canción. Hemos hecho una selección lógica y coherente de lo que más nos gusta.

Si Música Callada nació de Mompou, ¿de dónde surgió La vida rima?
Se debió a una anécdota que contó Ana relacionada con William Layton. En nuestro primer encuentro, al hablarle del tema religioso me dijo: “Fíjate que de repente me propones esto y me acaban de decir de hacer un monólogo de Santa Teresa de Jesús. Si ya me decía mi profesor: La vida rima» (imita el acento extranjero).

A lo largo del recital hay una contraposición entre ruido y quietud. “El silencio no interrumpe nada” reflexiona Ana Belén en un momento dado y parece barnizar los cimientos del espectáculo.
El silencio tiene un gran significado porque le da sentido a todo lo demás. Si no hay silencio pierdes la perspectiva. En la música los silencios son tan importantes como los sonidos. Es el caso de la música de Mompou, más contemplativa, más hacia el interior, la voz del silencio. A la poesía la realza perfectamente. Creo lo que dice este mismo compositor de que cuatro notas pueden significar más que ochocientas y eso pasa también con las palabras.

Ana Belén y usted provienen del mundo de la música, pero de esferas muy diferentes. ¿Qué supone para sus públicos esta experiencia heterogénea?
Hacer el recital con Ana es llegar a otro tipo de oyentes y yo quiero que la gente que venga a escucharla se lleve los tres mejores minutos de Chopin, Bartok o Beethoven, algo más difícil de llegar. No niego que incluso hay quien ha venido esperando La puerta de Alcalá‘ y se ha decepcionado, cuando realmente aquí están presentes todos los matices de Ana. Yo que también tengo mi público, encuentro la oportunidad de aproximarlo a la poesía y la canción. Hay que trabajar por esta vía porque  así puede abrirse un puente entre públicos muy estancos.

 

 

 

 

 

 

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