Espera, que te lo voy a contar cantando

Empezamos hace ya algunos años con el conocido programa de Operación Triunfo, pasando por High School Musical, para terminar con seguidores radicales de La Voz y fans inconfundibles de Glee. Y ahora, Los Miserables, versión nueva en cines sin grabación de estudio, a lo crudo. ¿Qué le está pasando últimamente a la humanidad?

Desde luego, es una fiebre global que se transmite como una gripe en versión Grease. Los hay que lo odian y los hay que no pueden vivir sin ellos. Musicales, en cine, teatro, reality shows y series. Creo que poco falta para que a algún vecino de Malasaña se le vaya la cabeza y espere que el resto cantemos con él. O no. Los hay que quieren ser solistas. Pero lo cierto es que esta moda es más fuerte que nunca, aunque hace algunos años estaba más oculta. No obstante, los musicales se han vuelto parte de nuestra vida diaria, cuando no hace mucho aún se decía: “¿Musical? ¡Seguro que es otra película de Disney! Cambia de canal”. Ahora cualquiera puede ver la genialidad de una serie como Glee (usando al loser promedio de ejemplo, se ha convertido precisamente en lo contrario) o la apuesta arriesgada que han hecho con Los Miserables (inigualable una Anne Hathaway cantando a pelo I dream a dream que te pone los vellos de punta), olvidando el playback y pasando de lleno a unas supuestas tablas de teatro del cine que los vuelven más transparentes y vulnerables que nunca. Musical en estado puro y para el gran público.

Así que, si alguien dudaba sobre si los musicales son una tendencia global en estos días, ya puede dejar de hacerlo. O te subes al tren o te quedas, pero ya nadie puede olvidarse de este género que ahora tenemos hasta en la sopa. Una delicia a mi entender, volviendo a soñar con estas fantasías. Y es que con música, y más en estos tiempos que corren, todo se ve mejor. 

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