1975. Un viejo cine en Londres. No se levanta el telón porque no hay. Richard O´Brien, un joven actor neozelandés con vocación de autor, ve cómo suenan los primeros compases de la canción Science Fiction/double feature. Una perfecta balada rockabilly sobre una de sus grandes influencias desde la infancia: el cine de serie B, en especial el que producía la R.K.O. Él no lo sabe, pero va a hacer historia. El Londres que vivía sumido bajo los postulados del glam rock convertiría a este musical en su bandera.
Pero, ¿por qué esta obra se ha convertido en una referencia undergraund en todo el mundo? Travestismo, sexualidad, extraterrestres, homenaje a la serie B, un caserón gótico y estupendos números musicales. ¿Hacía falta algo más para ser una película perfecta? Con su paso al cine, a finales del 75 se desataría la locura de una legión de freaks que han convertido la creación de O´Brien en la obra minoritaria más famosa.
La hipersexualidad (casi pansexualidad) de todos sus personajes requería actores que no sólo supieran actuar y cantar, sino que pudieran tener una sensualidad que a pesar de ser tan carnal, fuera un tanto etérea (que no hetero). Tim Curry es el perfecto Frank-N-Furter, como Patricia Quin es la mejor Magenta (la ama de llaves de la película. Como si la señora Danvers de Rebeca hubiese descubierto que tiene clítoris) y la pavisosa Susan Sarandon hace que no podamos imaginar otra Janet.
La obra ha ido ganando adeptos en cada lugar del mundo. Casi como una logia masónica (hasta la serie criptogay Glee hizo un homenaje a esta ópera rock). En nuestro país, Alaska podría ser la Gran Maestre, ya que descubrió la obra cuando se representó en España en 1975 (sí, han leído bien). La obra fue convertida en un espectáculo de cabaret, el turbadoramente bello Pedro Mari Sánchez era Rocky y Mayra Gómez Kemp era Magenta. Sí, siguen leyendo bien. Y es que Mayra tuvo una vida antes del Un, dos, tres, haciendo cine, doblaje y cantando con dos compañeras en el trío Acuario, canciones con doble sentido que tienen su gracia petarda. Otra prueba de que los tríos deben durar lo justo.
Durante años, el culto a esta ópera rock no ha hecho más que crecer. Cada año nuevas generaciones descubren la obra gracias a las especiales proyecciones que anualmente se celebran en distintas zonas del mundo. Son especiales porque son interactivas.
Con la entrada se entrega a los espectadores un kit compuesto de pistola de agua, papel de periódico para guarecerse de la tormenta, un matasuegras y confeti. Así, el espectador participa en el desarrollo de la película. Eso sí, si es tu primera vez, además se te pintará en la frente una enorme V de color rojo, para simbolizar que eres «vírgen». Que es tu primera vez en una fiesta rocky.
Cuando llueve en la película, en el patio de butacas se produce una auténtica guerra de pistolas de agua. Cuando hay una boda se tiran serpentinas. Pero ahí no acaba el papel del espectador, además ha de gritar a la pantalla sustituyendo nombres. Cada vez que se cite a Brad gritarán «gilipollas», «puta» cuando oigan Janet y susurrarán cuando se nombre al doctor X. Por supuesto, el público grita libremente en otros momentos. Casi siempre, las obscenidades más divertidas que uno pueda imaginar.
Con todo esto, es normal que el Rocky Horror se mantenga vivo para sus seguidores. A pesar del fracaso de su secuela, Sock Treatment (1982), la obra no para de representarse y proyectarse para sus legiones de fans. También ha encontrado todo tipo de versiones. Desde una parodia televisiva en los ochenta (The Ronnie Horror Show) para poner a caldo a Ronald Regan, hasta una versión del Time Warp a costa del grupo infantil mexicano Timbiriche, en el que militaban unas pequeñas Paulina Rubio y Thalía. Nada más lógico. ¿Quién no querría ser un dulce travesti de la Transexual Transilvania?