‘Vidas pasadas’: la película indie del año reflexiona sobre la identidad, los reencuentros y el (no) amor

Los protagonistas de la cinta Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Teo Yoo) / Fuente: IMDb

Tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Berlín y el Festival de Sundance, la cinta de Celine Song llega a las salas de cine españolas para conmover con una historia romántica de mirada femenina

Hace algunos años, la cineasta y dramaturga coreano-canadiense presentó a dos hombres dispares pertenecientes a mundos distintos: su marido neoyorquino y su amor de la infancia de Corea del Sur. El halo surrealista que envolvió el encuentro le recordó a in-yun, un concepto coreano para designar al destino. Dicho concepto sugiere que nuestras conexiones destinadas con otras personas provienen de uniones previas que han ocurrido en nuestras anteriores vidas. Asimismo, insinúa la idea de que no podemos controlar quién entra en ellas y quién se queda.

Bajo esta premisa se desarrolla Vidas pasadas (Past Lives), la última cinta de la productora A24 y el debut cinematográfico de Celine Song, que brilló en la pasada edición de la Berlinale. La directora utiliza su propia experiencia sentimental para construir una historia sobre los recuerdos, la identidad y el amor. Todo ello contado desde una mirada femenina y filosófica. Así, más que otra adaptación del amor al lenguaje cinematográfico, la cineasta reflexiona sobre lo que supone conformar relaciones en un mundo post me too y tardocapitalista.

El largometraje sigue la historia de Nora (Greta Lee) desde Corea del Sur hasta Toronto y, posteriormente, a la ciudad de Nueva York, donde se convierte en dramaturga y conoce a su marido Arthur (John Magaro). A pesar de los años transcurridos, el recuerdo de su amigo de la infancia, Hae Sung (Teo Yoo), no ha desaparecido de su memoria. Él tampoco la ha podido olvidar y será quien, poniendo como excusa unas vacaciones, irá a visitarla veinticuatro años después de su despedida.

Nora y Hae Sung tras su atropellada despedida a la edad de 12 años
Fotograma que muestra la atropellada despedida y separación de los protagonistas en la infancia / Fuente: IMDb

El encuentro supone un impacto anímico arrollador en la pantalla, siempre contenido, expresado únicamente a través de sutiles gestos nerviosos o sonrisas que rellenan el silencio. En la falta de palabras está implícito el dolor de Hae Sung por el abandono y la renuncia de Nora a sus raíces, quien emigró de Corea del Sur a la edad de 12 años y construyó toda su vida alejada de allí. Aun así, guarda con recelo inconsciente los recuerdos de su hogar y su infancia. Así se lo hace saber su esposo en una de las escenas más tiernas y emotivas del largometraje, cuando le confiesa que “sueña en un lenguaje que no puede entender”, pues Nora habla en coreano durante sus sueños.

Song exhibe un talento incuestionable en su primer film, ya no solo a nivel narratológico, sino también a nivel técnico. Un ejemplo es el plano estático que enmarca a los dos amigos de pie, uno frente al otro en un juego de miradas, agarrados del mismo barrote en el metro, mientras que la cámara los observa desde la ventana del vagón contiguo. Con ese plano en apariencia sencillo, la cineasta separa figuradamente al espectador de los códigos no verbales de los protagonistas, a pesar de que están juntos en la misma atmósfera. Es lo mismo que le ocurre a Hae Sung en una escena anterior que tiene lugar también en el metro, donde observa ausente el comportamiento de una pareja frente a él, ajeno al código que los enamorados comparten.

Los protagonistas Hae Sung (Teo Yoo) y Nora (Greta Lee) en el metro durante su reencuentro en Nueva York
Fotograma de Hae Sung (Teo Yoo) y Nora (Greta Lee) en el metro durante su reencuentro en Nueva York / Fuente: Letterboxd

Esta idea de separar a los protagonistas emocionalmente, aunque se encuentren en el mismo espacio físico, recuerda a la cinta de Wong Kar-Wai, In the mood for love (2000), donde también se relata aquello que pudo –o podría— ser. Asimismo, el largometraje de Song explora brevemente las relaciones construidas a distancia, sostenidas por numerosas videollamadas y encuentros a través de la pantalla de un móvil o portátil. Muy parecido a lo que vimos en la serie de 2020, Normal People, en la que Marianne y Connell mantienen el contacto y desarrollan su relación en un mundo donde la tecnología marca todo lo demás.

Celine Song crea en Vidas pasadas un bello retrato de la necesidad de romanticismo, pero mezclado con elementos como el trabajo, la inmigración o el choque cultural. Si hubiera que resumir la película con una frase, sin duda sería “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”, pronunciada por Gary Oldman en Drácula, de Bram Stoker (1992). Con el matiz de que quizás este no sea el tiempo adecuado para haberse encontrado, pero igual lo es en las vidas futuras.

Tráiler de la película ‘Vidas pasadas’ / Fuente: Canal de A24 en YouTube

Nerea Méndez Pérez

Periodista a tiempo parcial, cinéfila a tiempo completo. Nacida en la tierra de los limones, Murcia, y a mucha honra. Es friki por vocación y escritora por elección.

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