Bajo alucinados parpadeos de luz, una ilusoria arquitectura palaciega y el son de las notas de un piano observamos, como si tras el óculo de un telescopio estuviéramos, el quebrado e incesante movimiento de un grupo de humanoides que suben, bajan, se revuelven, se amontonan… De un grupo de entelequias humanas que no sabemos hasta qué punto están fabricadas de hueso, de papel o de nada más que de la materia febril trabada en los sueños de un mago.
No importa. Poco importa la naturaleza de todos ellos y lo que se afanen en urdir, pues en Viaje a la Luna, George Melies logró crear una atmósfera que observar como si ante un espectáculo de magia estuviésemos. Personajes con casullas hasta los pies y gorros puntiagudos, movimientos extraños y rostros invisibles, nos sumergen en la trama de un grupo de astrónomos que, con el arrebato e ingenuidad propios del mundo infantil, planean un viaje a la Luna.
Una toma única y una sucesión de planos generales ligados sin montaje alguno, nos ofrecen la visión de las diferentes secuencias a lo largo de las que construyen una nave en forma de bala, preparan el lanzamiento, aterrizan en la luna y llega a culmen su aventura. Sin una lógica realista, Melies creó una película en la que en los decorados se combinan los elementos tridimensionales con los dibujos, y en la que transparencias, maquetas, tomas realizadas a través de un acuario, paradas de cámara o sobreimpresiones, persiguen en mayor medida asombrar al espectador y crear un mundo fantástico que dotar de verosimilitud al relato.
La inexistencia de una lógica realista y la ausencia de un montaje, convierten a Viaje a la Luna en una experimentación artística en la que confluyen arte dramático, dibujo, pintura, escultura, arquitectura, mecánica y trabajo manual. Lógico si tenemos en cuenta que George Melies fue un hombre del espectáculo, de la magia y del ilusionismo, del juego, de lo marvilloso y del trom-pe-l´oeil, que simplemente vio en el cine un medio de enriquecer sus trucos y de conseguir nuevos recursos para sus espectáculos.
Como en La luna a un metro, Sueños de un astrónomo, El eclipse, Las estrellas errantes, Las caras de la Luna o Las desventuras de Nostradamus, en 1902, en Viaje a la luna, George Melies hizo magia.