UN TRANVÍA EN SP: “NO HAY NADA MÁS BONITO QUE VER A ROSA SUBIR A UN TRANVÍA”

Hay libros que te llegan directamente al pecho por mil motivos diferentes: porque la historia te es afín, porque algún personaje te recuerda a alguien, porque el estilo del escritor te cautiva, porque la portada es bonita o porque mientras te lo leías conociste a tu novia… Mil razones hay para que un libro no sea uno más de la estantería y Un tranvía en SP es uno de esos.

En esta novela, el vasco Unai Elorriaga nos cuenta la historia de Lucas y María, dos hermanos ancianos de una vitalidad increíble y llenos de ternura. Lucas es un viejo adicto al chocolate que tiene Alzheimer y María le cuida sin protestar, sin poner una mala cara y sin decir una palabra más alta que otra. La enfermedad de Lucas le hace “soñar despierto” y Lucas sueña con su mujer ya fallecida, Rosa, con los tranvías de su amigo Matías y con escalar los catorce ochomiles. De ahí el título, porque SP (Shisha Pangma) es el ochomil más pequeño de los catroce que hay en el mundo y la montaña que más veces se le aparece en sus sueños, aunque lo más parecido a escalar el SP que puede hacer Lucas ya es subir las escaleras de su edificio.

Cuando a Lucas le dan el alta en el hospital y María y él vuelven a su casa del Puerto viejo de Algorta, se encuentran con Marcos, un músico okupa al que deciden “adoptar” y formar así una pequeña familia muy poco corriente. Junto a ellos, Roma (“AMOR al revés”), la chica de la que se enamora Marcos; cuatro personas muy diferentes que van mezclando sus vidas de forma casual y que se convierten en imprescindibles los unos para los otros. Cuatro historias con un punto en común: la búsqueda de algo que les anime a seguir adelante.

Una Elorriaga escribió ésta, su primera novela, en euskera (SP-rako tranbia) y él mismo la tradujo al castellano. Su prosa sencilla y emocionante le valió un más que merecido Premio Nacional de Narrativa en 2002. Elorriaga usa un estilo fresco, ligero, e innovador: Un tranvía a SP está llena de frases breves, frases con un punto y seguido sin que el personaje haya terminado de expresarse, utilizándolas como manera de mostrar las distracciones y el olvido en que comienza a caer Lucas. Un tranvía en SP está escrita en un tono en ocasiones cercano al surrealismo, mostrando así cómo es el el mundo en el que vive el anciano, donde se mezclan la realidad y los recuerdos.

Diálogos encantadores, personajes que atrapan, relaciones que crecen y crecen y se convierten en indispensables, como la que se crea entre Marcos y Lucas, con sus terapias caseras para retrasar el olvido. Unai Elorriaga maneja ésto de forma brillante y así nos cuenta cómo era el Lucas de antes, cuando aún vivía Rosa, su esposa y la única persona que no olvida, porque Lucas hace mucho tiempo  que decidió que “no hay nada más bonito que ver a Rosa subiendo a un tranvía”, y porque, como él dice: “Las cosas que he hecho contigo, sólo las he hecho contigo, Rosa”.

Un tranvía en  Sp habla de amor, de complicidad, de amistad, de montañas y de tranvías, pero sobre todo  habla del Alzheimer y lo hace de manera soberbia en esas 176 páginas que se pueden llegar a leer en una tarde.

La novela es absolutamente visual y Aitzol Aramaio se dió cuenta e hizo la versión cinematográfica, a la que llamó Un poco de chocolate. Aquí Héctor Alterio es Lucas, Daniel Brülh es Marcos, Julieta Serrano es María, Bárbara Goenaga es Roma y Marián Aguilera es Rosa, y el Puerto Viejo de Algorta como telón de fondo, tan bonito como siempre.

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Título: Un tranvía en SP
Autor: Unai Elorriaga
Páginas: 176
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420466033
 Año de edición: 2003

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