Un circo sin ilusión

Circo Balagan

La mayoría de los circos son pura magia, irradian ilusión y fantasía envolviéndonos en un excéntrico mundo de ensoñaciones. Nos permiten imaginar que el hombre puede desafiar las reglas establecidas, que puede volar y reír en una utopía para los sentidos. No es el caso del Circo Balagan, que comenzó la pasada semana en Santander su segunda gira por nuestro país con un espectáculo carente de sentido.

Tres clowns irrumpen en la sala de butacas, vuelan maletas entre los asistentes como parteCartel Balagan del primer número que termina, sin más, cuando el público las lanza sobre el escenario. A parir de ahí comienza el espectáculo; actuaciones breves y repetitivas en las que es imposible intuir la pretensión con la que nace este circo, hacernos creer que podemos volar.

Un elenco compuesto por veinticinco artistas; gimnastas, malabaristas, acróbatas, trapecistas, clowns y bailarines componen este espectáculo  dirigido por Misha Matorin, quien durante varios años ha formado parte del Circo del Sol. Y, aunque algunos hayan querido ver en Balagan una versión intimista del Cirque du Soleil, nada más lejos.

Sin hilo argumental el caos invade cada número con un sinsentido de monstruos y personajes que ocupan el escenario emborronando cada actuación. El Circo Balagan, «circo del mercado» en ruso, busca despertar en el espectador la ilusión por volar pero en realidad sólo consigue producir cierto mareo por los excesivos estímulos que ocupan la pista. Es cierto que el espectáculo destaca por su luz, su vestuario y su música, concretamente porque nada en la escenografía es suficientemente atractivo.

En enero Balagan girará por Vitoria, Alicante, Mallorca, Málaga, Cartagena y Murcia. Aún hay posibilidades de que el espectáculo se perfile, nunca debemos perder la ilusión.

 

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