Hola. Mi… mi… mi nombre es Meritxell.»¡Hola Meritxell!» Mi nombre es Meritxell y estoy aquí porque tengo… porque tengo… porque tengo un problema.
«¡Y yo!» «¡Yo también tengo un problema!» «Todos tenemos problemas, Meritxell.» «Sí, eso, todos. Por eso estamos aquí: para intentarlos solucionar.»
Yo… Mi problema es que yo… es que a mi… ¡No me hizo reír una comedia en la que seis personajes con Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC) se reúnen en la sala de espera de un psiquiatra para ridiculizar su enfermedad!
(Silencio)
¡Oh, pensarán que soy un monstruo! ¡Un horrible, horrible monstruo!
«¡Por Dios! ¡No, cariño! Un monstruo no… Todos cometemos errores… Venga, ánimos, cuenta al grupo qué es lo que sucedió.»
Yo… yo… Quiero decir que yo… ¡Fue espantoso, realmente espantoso! Era una tarde de domingo… Yo no quería, nunca hubiera ido al Teatro Príncipe Gran Vía a ver Toc-Toc si no me llegan a llamar. Yo no quería, pero no tenía nada mejor que hacer y… ¡Insistieron tanto! Insistieron tanto que finalmente cedí. Cedí. No debería haberlo hecho, pero cedí.
Me dijeron que era una comedia ligera, dirigida por Esteve Ferrer. Que era ya su segunda temporada. “Tiene que ser buena a la fuerza”, me mintieron para convencer. Yo… yo… ¡Yo no tenía reloj! No tenía reloj y no podía ver cuánto faltaba para acabar. Sólo oía a la gente reír. Reír y reír. ¡Incluso aplaudir!
Reír y aplaudir cada vez que un paciente con el síndrome de Tourette (Miguel Foronda) empezaba a soltar insultos sin querer: “¡Joder, joder, joder! ¡Me cago en todo! ¡A tomar por culo, joder!” Reír y aplaudir cada vez que el personaje de Inge Martín repetía dos veces la frase de su guión. Reír y aplaudir cada vez que el personaje de Inge Martín repetía dos veces la frase de su guión.
¡Era insoportable! Un catalán obsesionado con la simetría (Fran Saviego) tenía que sortear las líneas del suelo al caminar; una maniática de la limpieza (África Gonzalbes) se pasaba media obra en el baño desinfectándose las manos; un taxista con aritmetomanía (Esteve Ferrer) lo contaba todo con exactitud, y una mujer muy religiosa (Ana Frau), paradójicamente, tenía que comprobarlo toooodo una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra y otra vez.
¡Y todos reían! ¡Reían y reían! ¡Y aplaudían! Pero yo… yo… yo sólo… sólo deseaba que… ¡Oh, soy tan mala persona!
«¡Por Dios! ¡No, cariño! Mala persona no… Todos cometemos errores… Venga, ánimos, cuenta al grupo qué es lo que deseaste.»
Yo… yo… yo deseé que… que… ¡deseé que, por el bien de los TOC y del teatro español, no se volviese a representar jamás esa función!