En El último día de la creación Dios dijo: “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Y así, de esta manera, terminó su trabajo con un toque personal, iniciando la divina comedia de la humanidad; un teatro de sueños en el que cada persona representaba un papel. Con el devenir de la Historia, la interpretación derivó en una profesión artística que carecía de un profeta que le revelase sus diez mandamientos. Esta situación continuo hasta 1938, aquel año murió Stanislavski, dejando en herencia un sistema con el que el actor encarnaría a sus personajes conforme a la realidad.
Desde Rusia con amor, su método se extendió por goteo hasta llegar a la categoría de pandemia. Un impacto emocional directo a la consciencia de la historia del teatro y del arte del actor en particular. No fue la teoría del Big Bang, no, lo suyo fue una caótica revelación de Yahvé a modo de documentos de preocupación ética y técnica de productores, directores, intérpretes, dramaturgos, críticos y filósofos de antes de Matusalén. Así nacían estas tablas de la ley, basadas en diez principios para ayudar a los actores a ser dueños de su talento.
Principios:
- Amarás tu Concentración sobre todas las cosas.
- No utilizarás el Sentido de la verdad en vano.
- Santificarás las Circunstancias dadas.
- Honrarás tu Relajación.
- No matarás el Trabajar con los sentidos.
- No cometerás actos impuros con Comunicación y contacto.
- No robarás Unidades y objetivos.
- No te valdrás de un falso Estado mental creativo.
- Consentirás Trabajar con el texto del libreto.
- Codiciarás la Lógica y la credibilidad.
Si bien el maestro moscovita no fue el primero, sus escritos teóricos se recubrieron de oro con el pasar de los años. No obstante, antes y después de esta llamada Biblia, hubo, hay y habrá grandes actores y actrices movidos por un talento innato, ajenos a cualquier tratado de actuación. Fuera como fuese, se trata de una profesión movida, desde tiempos inmemoriales, por el aprendizaje directo de un maestro, desde el griego Tespis a unos aventajados Maria Ouspenskaya y Richard Boleslavsky, alumnos de Konstantín, en el Teatro de Arte de Moscú, y pioneros en la divulgación de su método más allá del telón de acero.
Cuando la paloma blanca migró a Estados Unidos, no fue algo temporal para Maria y Richard. Una vez asentados, fundaron la American Laboratory Theatre y, a través de las enseñanzas de su antiguo director teatral, sumergieron a una generación de jóvenes actores en un maremágnum de conocimientos. Entre ellos, unos bisoños Stella Adler y Lee Strasberg, quién, impresionado por la credibilidad interpretativa de todos los estudiantes decidió emprender su propia historia.
El desarrollo de El Método
En 1931, en medio de la Gran Depresión, Strasberg junto a Harold Clurman y Cheryl Crawford fundan el Group Theatre, considerada la mejor de todas las compañías norteamericanas de teatro. Entre sus miembros Elia Kazan, John Gardfield, Stella Adler y Sanford Meisner. Una década más tarde el grupo se disolvió. El proyecto llegó a su fin por problemas económicos y diferencias de opinión sobre el método y su interpretación.
Pese a este final, la semilla plantada por Stanislavski germinó en Strasberg, Adler y Meisner, quienes adaptaron el sistema a sus experiencias y observaciones en tres escuelas: Actor´s Studio, Stella Adler Studio of Acting y The Meisner Technique.
Así, antes de que el fuego se apagará, las brasas fueron avivadas en 1947 con una legendaria asociación para actores, directores y escritores: el Actor´s Studio. De nuevo Crawford, con la ayuda de Kazan y Robert Lewis, intervenía en una fundación tan significativa. De puertas para adentro, la joya de la corona eran sus clases de actuación; algunos de sus profesores fueron Meisner o Kazan, aunque con la llegada de Strasberg a sus aulas en 1949, el Studio alcanzó reconocimiento mundial.
Bajo la dirección artística del maestro de Al Pacino, el Actor´s Studio centró el aprendizaje de sus alumnos en la relajación y la concentración. Para Strasberg la clave del proceso creativo estaba en la memoria. La llamada técnica de la sustitución. Consideraba que cuando un actor reproducía una emoción, ésta pasaba de la inconsciencia a la consciencia, estando preparada para ser evocada, nuevamente, a voluntad. Entre sus pupilos Anne Bancroft, Dustin Hoffman, Montgomery Clift, James Dean, Marilyn Monroe, Paul Newman o Robert De Niro.
Más allá del lado oscuro se situaba Adler, contraria a la interpretación de Strasberg. Sus puntos de vista opuestos fragmentaron la piña del Group Theatre. Todo se remonta a una crisis artística y personal derivada de la metodología de trabajo seguida por el grupo. Ante tal situación, decidió visitar a Stanislavski, que por aquel entonces se encontraba en París. Durante cinco semanas recibión lecciones personales de las que floreció un sistema basado en la experiencia personal para lograr un resultado creíble o, por el contrario, vivir el momento, usando al compañero para crear una actuación convicente. Aunque su ojito derecho fue Marlon Brando, también inculcó su sabiduría a Judy Garland, Martin Sheen, Harvey Keitel, Melanie Griffith o Warren Beatty.
La otra punta del iceberg era Meisner. Directamente decidió simplificar las enseñanzas de Stanislavski en unas pocas reglas elementales. Las más importantes: vivir con verdad bajo circunstancias imaginarias, concentrarse en el otro actor y aprender a escuchar. Su técnica se basa en la intuición, considerándose uno de los métodos más efectivos de aprendizaje. Sus chicos de oro fueron Sandra Bullock, James Caan, Steve McQueen, Gregory Peck, Diane Keaton, Peter Falk, John Voight, Jeff Goldblum, Grace Kelly, Tony Randall o Sydney Pollack.
¿El Método o los métodos?
A pesar de que Strasberg popularizó una derivación del sistema original en la meca del cine, se debe entender el Método como el compendio de todas aquellas metodologías norteamericanas que se han desarrollado a partir de las teorías de Stanislavski. Al fin y al cabo, la interpretación matriz del profesor ruso fue una más: “Mi sistema es el resultado de búsquedas de toda la vida. He tratado de encontrar una fórmula de trabajo para actores que les permita crear la imagen de un personaje, insuflándole la vida interior de un espíritu humano, y a través de medios naturales, encarnarlo en el escenario en una bella forma artística”. Todo ello con un único objetivo, «Hoy haces el papel de Hamlet y mañana el de figurante, pero, aún en calidad tal, debes ser artista. En arte, la tesis debe transformarse en idea espontánea, en sentimiento».