STONE: QUIEN ESTE LIBRE DE PECADO QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA

Cartel Stone

Robert De Niro, Milla Jovovich y Edward Norton. Si te plantan en una película un reparto de este calibre debería significar que la película promete, y mucho. Y si además el director es John Curran, artífice de El velo pintado (2006), Ya no somos dos (2004) y Praise (1998) parece que todo debería llevar a que, esta superproducción de las que no acostumbro a ver, al menos fuera de esas que te dejan hora y media con los ojos enganchados a la pantalla.

Sin embargo, esta adaptación cinematográfica de una obra teatral de Angus Maclachlan acaba siendo, como su propio nombre indica, pesada como una piedra. El tema trillado y lleno de sinsentidos que acaba convirtiéndose en una tela de araña de la que ni si quiera el propio director sabe como salir.

Los actores, que a priori deberían ser un cóctel molotov de increíble interpretación, acaban por resultarte molestos, obscenos y tediosos. Técnicamente, además, es muy pobre, nada que ver con su último filme. Y te preguntas mientras recuerdas el trailer; ‘¿Esta no era una película carcelaria?’

Pues no, nada que ver. La cárcel es el nexo de unión pero no el escenario principal de una historia que une a tres personajes; Un agente de la condicional (De Niro), un preso encerrado por pirómano (Norton) y la mujer de éste (Milla Jovovich). Todos ellos intentando profundizar sobre temas como el sexo (en exceso y de forma demasiado explicita), el matrimonio, la religión y el tema principal; la culpa. Un tema que podía haber dado un giro de congruencia y originalidad a la película, sobre todo si hubiera sabido jugar con la relación entre De Niro y Jovovich, pero que ni con esas, ya que al final se queda en una mera excusa para que veamos el esbelto cuerpo desnudo de la actriz-barra-modelo más famosa de Hollywood. Una película con falta de verosimilitud que usa el recurso del paralelismo entre personajes y nos quiere enseñar que una persona que juzga, muchas veces es la que más tiene que ser juzgada, y unos actores a los que el director no logra sacar todo el partido posible, ytermina desperdiciando una oportunidad única, quedándose en un mero producto de domingo por la tarde que se ve con resaca.

 

Finalmenta, de lo único de lo que alegro es de no haber pagado los casi 8 euros que hubiese costado mi butaca, y me compadezco de aquellos que lo hicieron, que al menos, tras las soporíferas dos horas, llegarían a sentir el placer de esa libertad condicional tan ansiada por el personaje al que interpreta Norton.

 

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