Shame: El círculo viciosísimo de Brandon

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La angustia existencial de Brandon se ha hecho tan fuerte que ni los gemidos de las prostitutas que desfilan por su cama pueden silenciarla.  Condenado a cadena perpetua en su particular prisión de carne, el protagonista de Shame, héroe y villano de la historia, trata de huir de sí mismo a golpe de orgasmo o destruirse en el intento. La segunda película de Steve McQueen –protagonizada al igual que Hunger por Michael Fassbender– no habla de los instintos primarios ni de los apetitos concupiscentes del hombre, sino de la angustia inherente a la condición de ser humano y de todo lo que somos capaces de hacer para apartarla de nuestro lado.

 

Brandon Sullivan no busca el placer por el placer, no necesita la aprobación de las mujeres ni alimentar su ego, pero sólo en la petite mort, esa breve pérdida de consciencia que culmina el acto sexual, encuentra la paz. Brandon no es adicto al sexo, sino a esos segundos que le alejan del dolor.

 La sensibilidad frustrada e inexpresada del artista sin técnica, la soledad de la gran ciudad, el aislamiento de la incomunicación y el triste descubrimiento de que somos hijos orgullosos de un dios padre avergonzado. Todo esto se puede leer en los ojos de Fassbender, un actor de una raza especial que, en este diario de la “vergüenza” crea a un personaje tan fascinante como inquietante confirmándole como uno de los mejores interpretes de su generación.

Shame, jugando con unos tiempos y unos planos a los que el cine comercial no está acostumbrado, es una apuesta valiente y original por el buen cine.

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