Chema Madoz (Madrid, 1958), uno de los fotógrafos más internacionales de nuestro país, pone punto final a su cuarta y última exposición, compuesta por treinta fotografías realizadas entre 2021 y 2023. Con este trabajo, expuesto en la Galería Elvira González de Madrid, hasta el pasado 28 de octubre, vuelve a ratificar aquello que tanto lo caracteriza: su virtuosismo para reinterpretar la realidad. A través de las metáforas y los recursos estilísticos de sus imágenes, el fotógrafo consigue dar una segunda oportunidad a objetos de la vida cotidiana, como pueden ser una partitura convertida en la vela de un barco, un zapato de tacón transformado en una pipa o una estantería con libros reinterpretados en el teclado de un piano.
La obra de Madoz consigue dejar claro que la poesía no solo se encuentra en la escritura o en la literatura; la lírica puede ser fotografía y convertirse en poesía visual. Crea instantáneas en blanco y negro o en sepia y utiliza la propia luz natural del espacio capturado, otorgando a la imagen un aspecto de sencillez y de minimalismo. A pesar de la originalidad de sus creaciones, emplea objetos comunes en muchas de ellas, como las nubes, las cartas, el fuego o la música.
Aunque sus fotografías puedan tener diversas lecturas, nos encontramos siempre frente a lenguajes universales como el paso del tiempo, la crueldad, la delicadeza, lo efímero o lo onírico. Además, algunas de sus obras conllevan también una denuncia social, como el caso de su fotografía Carte du Fons des Océans, de su última exposición, en la que compara el fondo de los océanos con un desagüe de agua.
“Para mí es importante que la imagen siga manteniendo un cierto misterio, un cierto interés, que no sea algo que se agote. Me gusta que perdure en esa fotografía algo que siga ejerciendo sobre el espectador un cierto atractivo, que te permita convivir con ella con el paso de los años», destaca el fotógrafo sobre su obra. Sin duda, el trabajo de Chema Madoz no solo invita a disfrutar de la belleza de la poesía fotográfica, sino también a pensar y a reflexionar sobre el significado de nuestra realidad. De esta manera, el artista consigue convertir al espectador en una parte más de su obra, involucrándolo en su propio trabajo.