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Ramón Margareto: “Me gusta dar luz a lo que la sociedad deja a oscuras”

Ramón Margareto

El ganador del Goya al mejor corto documental en 2011, por narrar las Memorias de un cine de provincia, prepara nuevos proyectos cinematográficos que compagina con su otra pasión, la pintura.

La idea de un nuevo confinamiento domiciliario congela el espíritu solo con asomar por la mente. Sin embargo, un confinamiento en casa de Ramón Margareto (Medina de Rioseco, 1962) se convertiría en una oferta muy difícil de rechazar. Su céntrico pisito en la capital rezuma arte por cada una de sus esquinas. Sus paredes, ataviadas con infinidad de cuadros, se camuflan entre estanterías que albergan incontables cajitas que a su vez guardan cantidades ingentes de películas y discos de música. En otras, reposan cientos de libros que se mezclan con esculturas clásicas y figuras de superhéroes contemporáneos. Libros que hoy consulta pero espera leer en la tercera etapa de su vida. Unos gatos robóticos del Todo a cien saludan antes de entrar al silencioso patio que solamente interrumpe su paz “cuando él quiere y como él quiere”. Entre todo esto, en el pisito de Ramón, también habita un Goya.

Un ideólogo de provincia enamorado de Madrid que ya se anticipó, en 1996, a Spike Jonze y Her con su cortometraje Amor Digital, donde una joven Cayetana Guillén Cuervo se enamora de un cajero automático al que da vida Miguel Bosé. Dicho corto, al igual que el que le otorgó el premio más importante de su vida, Memorias de un cine de provincias, germina en Palencia, ciudad a la que llegó en su adolescencia, junto al resto de la familia Margareto, para encender los focos de su cine.

Con veinte años dio el salto a Madrid para estudiar Derecho. Como en ocasiones estaba “a dos velas”, vendía en el rastro los carteles que él mismo pintaba para el Cine Ortega. “Hubiera sido un abogado horroroso. En cambio, como artista… como me encanta, no soy tan mediocre”.

Años después, mientras una pequeña ciudad de la meseta castellana celebraba aquel Goya como el gordo de la lotería, Ramón comenzaría a comprender lo que había logrado, al tiempo que calmaba los nervios fumando un cigarro en el cuarto de baño del Teatro Real, codo a codo con Jorge Drexler.

Para un palentino, disfrutar de la hospitalidad y buena charla de un paisano en la gran ciudad es un privilegio. Tras un pitillo, el suyo extra light, “porque me he prometido no dejar de fumar nunca”, en el silencioso patio, volvemos al interior, donde Ramón ha preparado un pequeño set. Se acomoda, con el Goya a los pies, en una silla de diseño cuidadosamente elegida, un “estupendo regalo de una amiga estupenda”.

Ramón Margareto
Ramón Margareto durante la entrevista

Cultura Joven: Director de cine, escritor, pintor…¿nació pronto esa vena artística?

Ramón Margareto: Sí, desde niño. Me imagino que algo de genética tiene que haber. Mi madre era una gran pintora, era muy humilde y no quería reconocerlo, pero pintaba muy bien. En la familia materna hay muchos artistas. Desde pequeño cultivé el arte. Representaba Blancanieves y los siete enanitos con plastilina, dibujaba y pintaba, disfrutaba del cine…

CJ: Pero aun así, decidió estudiar derecho.

RM: Como era buen estudiante, empecé derecho porque tenía muchas salidas, aunque debería haber estudiado Historia del Arte, algo que estoy haciendo ahora por gusto. Lo abandoné en cuarto de carrera. Pero no me arrepiento de nada.

CJ: En uno de sus últimos cuadros habla precisamente de eso, del arrepentimiento.

RM: Mi obra está llena de arrepentimientos, pero no me arrepiento de nada. Los arrepentimientos, en las artes plásticas, se producen por una mala elección del color, o cuando el cuadro te lleva por otros derroteros. Entonces limpias el pincel, cambias el color…Tengo varios cuadros que tratan este tema, hechos a partir de los trapos donde limpio mis pinceles. He hecho una serie de cuadros sobre el arrepentimiento, lienzo sobre lienzo, a modo de collage. En la sinopsis del cuadro digo que no me arrepiento de nada. He metido la pata como todo el mundo, he tenido disgustos como todo el mundo, pero yo creo que todo es perfecto y estamos aprendiendo en este camino que es la vida.

CJ: Actualmente está muy centrado en la pintura, ¿ha abandonado el cine?

RM: Pinto de lunes a viernes por la mañana. Pintar es un arte barato, es algo entre el lienzo y tú, los pinceles y los colores. En cambio, el cine es un arte muy caro. Todos los años pinto una colección de 30 cuadros verticales, de 1×81. Todos los años inauguro una exposición, pero no todos los años estreno una película.

La pintura me llena mucho, es inmediatez. El cine es diferente, pueden pasar dos años desde que surge una idea para escribir un guión hasta que la película está terminada. No es un disfrute aquí y ahora. El proceso creativo varía mucho entre pintura y cine. El séptimo arte es muy caro. Me muevo en el cine independiente porque si no, no podría hacer cosas. Y ahora miro para atrás y me asusto, me sorprendo a mí mismo con la filmografía, bastante extensa, que tengo.

Actualmente tengo 3 proyectos cinematográficos. Cuando me adentro un proyecto en el cine es porque me enamoro de él.

CJ: ¿Puede hablarnos un poco de ellos?

RM: Siempre hablo de mis proyectos, no soy supersticioso. Se me han caído muchos, pero otros los he parido. De esos tres proyectos, dos se están gestando.

Uno de ellos es un documental sobre salud mental y el otro se centra en la relación entre una Drag Queen y un taxista. Uno se rodará íntegramente en Palencia.


Cuando dos paisanos de provincia se juntan en otra ciudad, es imposible no añorar la tierra, ensalzada a través de una mirada al pasado embriagada por los tiernos recuerdos del hogar. Para un “riosecano, palentino, vallisoletano, madrileño y alicantino”, este momento debe darse bastante a menudo.

Con el Goya ya acunado entre sus brazos, acomodado en la silla de diseño, la conversación fluye de forma aliviada. Los artificiales maullidos de los gatos pasan inadvertidos.

CJ: Ha dado grandes alegrías a Palencia, ¿Palencia también se las ha dado a usted?

RM: Amo Palencia. Me gusta mucho su gente, porque es humilde y alegre. Conmigo han hecho algo extraordinario. Hicieron propio el Goya que gané. La alegría que se llevó Palencia fue tan grande como la alegría que se llevó mi familia o yo mismo. Palencia debe ser aprovechada mucho mejor. Tenemos la montaña palentina, el mejor románico del mundo, la catedral, apodada como la Bella Desconocida…Palencia no tiene la promoción que se merece.

CJ: ¿Cree que su carrera se hubiera podido desarrollar de igual forma si se hubiera quedado en la provincia, sin dar el salto a la capital?

RM: En absoluto. Para hacer cine tienes que venirte a Madrid. Como mínimo a Barcelona o Valencia. Este país está muy centralizado. Si no te vienes a Madrid no haces casi nada.

CJ: ¿Es importante tener buenas relaciones y contactos dentro de este mundo?

RM: Yo soy un gran relaciones públicas. No estudié cine, aunque luego lo hice en escuelas privadas y cursos, como los cursos de verano de la Universidad de Valladolid. Al ejercer como crítico de cine logré buenos contactos. No tuve la oportunidad de crecer con la gente de mi generación, que estudió ciencias de la comunicación o cine, me tuve que meter en grupos que llevaban cinco años estudiando juntos. Pero me las arreglé para meterme en el ambiente cinematográfico de los cortos, y de ahí dar el salto a los largometrajes. El salto fue muy natural.

CJ: Poniendo la vista en sus cortos, sus películas o sus cuadros, podemos llegar a la conclusión de que se inspiran y centran en temas marginales. ¿Está de acuerdo?

RM: Totalmente. Me gusta dar luz a lo que la sociedad deja a oscuras. Por ejemplo, uno de mis nuevos proyectos se centra en el tema de la salud mental. Es necesario dar visibilidad, desde un enfoque positivo, a un tema que aún no está bien visto. Ya es hora de que las cosas sean naturales, fuera la estigmatización. FU-E-RA.

Me gusta el cine social. Por ejemplo, Bollywood made in Spain, aunque tiene mucho de espectáculo, con muchos números musicales y unas canciones estupendas compuestas por Luis Ivars, posee una gran base social. Es una historia de amor entre una bailarina española y un actor hindú, pero también es una historia de amor y desamor a través de los siglos entre India y Europa. En mi interior estoy muy comprometido con la justicia social. Supongo que eso se refleja en mi profesión. En mis cuadros trato temas sociales, en mis películas hay fondo social…También me interesa mucho la fusión, el dialogo entre las razas, las civilizaciones, las culturas.

CJ: Esa fusión también se da entre sus diferentes obras. Los cuadros se alimentan del cine, sus películas de la pintura, la música…

RM: Por supuesto. Por ejemplo, los decorados de Bollywood made in Spain son mis cuadros a gran escala. A mi estilo artístico lo denomino GeoPop Art. Abstracción geométrica. Me encanta la simetría. Una película es un grandísimo puzzle de planos, donde no puede faltar ni sobrar ninguna pieza. Y este estilo de pintura, que estoy cultivando desde hace 10 años, también está compuesto de piezas que encajan.


Ramón ha quedado para cenar a las nueve. Tiene que aprovechar,  “a las doce hay que estar en casa, es un aburrimiento”. Como hoy no ha tenido clase de baile, ha podido concederme la tarde. El gran paisano también es un gran bailarín. Así lo demuestran sus movimientos a lo Fred Astaire con los que aluciné al poner su nombre en Youtube.

Para no hacerle llegar tarde, abandonamos la danza para cerrar la charla retomando el séptimo arte.

Ramón Margareto
Ramón Margareto en un momento de la entrevista

CJ: Volviendo al cine, me llama la atención un reparto como el de Amor Digital. ¿Cómo lo consiguió?

RM: Les gustó mucho el guion. Y yo tenía clarísimo mi casting. Tú pones las bases de un guion, pero los personajes te van pidiendo cosas. A Bosé no lo conocía de nada. Escribí a su representante de cine, Clara Heyman. Le dije: “Mira soy tal y he escrito esto, me gustaría que lo hiciera Miguel”. Pasaron tres meses, me olvidé de que Bosé lo hiciera, y de repente recibí una llamada en la que me dijo que a Miguel le había encantado el guion y disponía tan solo de un día para hacerlo. Les dije que solo podría pagarle 100.000 pesetas, sabiendo que eso para él era una propina y que, además, lo necesitaba dos días. Pero lo hizo gratis, por amor al arte. Y me invitó a su casa para el ensayo.

Tenía claro que el personaje de Esmeralda era para Cayetana. A través de una periodista, conocida en común, la logré. Y también sabía que Nathalie Seseña debía ser la prostituta. Y los conseguí. Si a un actor le gusta un personaje, si se enamora de él, lo hace, haya poco o mucho dinero.

CJ: Por último, y para cerrar la entrevista ¿tiene una preferida entre sus muchas obras?

RM: Es muy difícil quedarse con una. Pero te voy a hablar sobre el mejor rodaje de mi vida, con Clarísimas. Un corto sobre las monjas de Las Claras. Monjas de clausura de Medina de Rioseco.

Me metí en el convento, me dejaron entrar en clausura y rodar todo. Llevé un equipo pequeño, nos alojábamos en la casa de acogida que ellas tenían. Por la noche les proyectábamos lo rodado y unas carcajadas… Ese silencio, fue para mí una experiencia espiritual muy potente. Fue seleccionada en Documenta Madrid, llegó a verse en Shangai… me dio muchas alegrías. Tengo muchos hijos y los quiero a todos casi por igual.


Tras la entrevista, tomando un refresco, Ramón me regala alguna de sus películas y me emplaza para vernos cuando necesite y para lo que necesite. Espero hacerlo pronto, sin más necesidad que la de charlar y aprender, recogido en el pisito de un paisano en la gran ciudad.


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