Poco se sabe acerca de una charla que se llevó a cabo en la noche del 24 al 25 de agosto de 1944. Todo lo que conocemos es que había una orden de Hitler para explotar París, ya que su amada Berlín estaba destrozada, y que la capital francesa y sus más famosos monumentos seguían en pié. Mientras tanto, el diplomático sueco Raoul Nordling y el general Dietrich von Choltitz, gobernador del gran París, hablarón de Napoleón III y su amante, de Abraham e Isaac, y de la importancia de cumplir las órdenes superiores. O no. En esta conversación se centra la película Diplomacia, dirigida por el alemán Volker Schlöndorff y que está en cartelera desde el pasado viernes.
Al director le encantó el diálogo entre Nordling y Choltitz, originalmente recreado por el dramaturgo Cyril Gely, y que hace tres años fue escenificada en una sala de espectáculos de París con el mismo dúo elegido para protagonizar esta película, André Dussollier y Niels Arestrup. Llevar una obra de teatro a las pantallas requiere, sin embargo, gran capacidad de conducción de diálogos y actuaciones impecables. Y eso lo ha conseguido el director, por un lado, manteniendo Dussolier y Arestrup en sus papeles. De hecho, casi toda la magia está en las actuaciones.
Y por otro, el desarrollo del diálogo podría resultar pesado sin la experiencia de Schlöndorff en el escenario y con adaptaciones literarias. Y ahí esta la gracia de la película: el espectador disfruta de un diálogo tenso, sin acciones radicales, para que, al final, una acción sea evitada, y no alcanzada. El fin ya lo sabemos de antemano, pero el resultado depende de la capacidad de persuasión del diplomático. El guión centra su atención no en un gran hecho histórico sino en un no hecho.
A Schlöndorff le persigue el tema del totalitarismo, de la resistencia a la opresión y no rehuye de hablar de la historia reciente de su país. Después de hacer muchas otras películas centradas en la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué volver a tocar esta herida? En una entrevista reciente publicada en la revista digital decine21.com, dijo que pensaba no volver a hablar de ello, pero el asunto le resultaba demasiado personal, ya que fue en París – la ciudad casi totalmente volada por los nazis – donde empezó su carrera en el cine. “Eso hubiera sido terrible para la humanidad, pero sobre todo para mí porque no hubiera ido nunca a París en 1955 y no sería ahora cineasta”. Esta tal vez sea la mejor razón para ver Diplomacia: ¿Qué seria de todos nosotros, enamorados de París, sin aquella noche?
