La culpa la tienen mis padres, o eso diría Freud. El hecho es que durante años me levanté los domingos oyendo a Los Panchos, a Nat King Cole, a Eydie Gormé, a Gardel cantando en la cocina. Y, oigan, eso marca. Luego pasan los años y una escucha a Zenet, y claro, algo se le despierta. Se queda con los ojos muy abiertos, muy callada, muy alerta. Oye y oye, expectante. Y la habitación va cambiando, y se vuelve un balcón abierto en Montmartre, una calle solitaria donde apenas amanece, donde gime un bandoneón a lo lejos y bailan dos muy agarrados cantándose tan bajito «por qué no me dejas nunca para siempre».
Pero, ay, Zenet no es sólo París y sus calles canallas. También se lo imagina una saltando de farola en farola en un arrabal de Buenos Aires, o sentado con su sempiterno sombrero en el Malecón de La Habana, o -cómo no, por supuesto- ebrio de jazz en cualquier club neoyorquino. Porque el tipo puede terminar una copla con acordes de salsa, o empezar una bossa al ritmo de un tango sin inmutarse y, por si fuera poco, dejando al público sin respiración. Lo respalda una banda potente y a la vez temperada, una banda bendita, profundamente elegante, de esas que llevan swing en lugar de sangre en las venas, de esas que vienen con un metrónomo por corazón.
Y canta y canta Zenet, le canta a Todas las calles a la manera de su madre, que así es como él lo cuenta, con su voz personalísima que tiembla, sususurra, se estremece y duele cuando dice «por qué no me dejas darte por perdida». Que se divierte y me divierte cuando bromea con la trompeta y entona eso de «me diste a entender que aún te ponían los feos». La voz de Zenet danza, eso creo. Se contorsiona flexible a la medida de las letras que el poeta Javier Laguna escribe para él: líricas, irónicas, auténticas, nunca demasiado clásicas pero siempre atemporales. Y tan, tan sumamente evocadoras.
Lo tienen todo, o eso predigo, para estar nominados a otro Goya, para ganar más premios de la música, para conseguir por fin el Disco de Oro con este segundo trabajo. Y además, Toni Zenet y su banda pueden hasta decir, cosa rara, que Todas las calles es mejor que su predecesor, Los Mares de China, una producción mucho más irregular pese a poseer verdaderas joyas como la ya inmortal ‘Soñar contigo’.
Pasen y escuchen, de veras, emociónense como si estuviesen hoy en otro siglo y en una ciudad tan poética como les apetezca. Yo, mientras tanto, recordaré los domingos de mi infancia y le pondré horizontes a las calles que cuando suena Zenet me invento.
El cantante y actor malagueño Toni Zenet acaba de publicar su disco Todas las calles con el sello Volcán49.