LOS 13 MINUTOS MÁS PREMIADOS DE LA HISTORIA

Ese niño de gorra del revés y de sonrisa torcida que nos puso el mote con el que tuvimos que lidiar acomplejados durante toda nuestra vida escolar. Ese doberman ante cuya presencia nos encogíamos cuando íbamos a degustar el puchero de los domingos a casa de nuestra abuela. Esa escena de El exorcista que nos provocó pesadillas durante meses inhabilitándonos para volver a mirar a la pantalla cuando sonaban los primeros acordes de Tubular Bells. Todos tenemos traumas infantiles que, después de años, siguen grabados a fuego en nuestra memoria. Porque hay cosas que nunca se olvidan; Lucas Figueroa lo sabe y por eso se ha llevado más de 300 premios.

 

Infancia, fútbol y humor negro han sido las marcas por los que este cineasta español ha conseguido entrar en el libro Guinnes de los récords con el cortometraje más premiado del planeta. Su mayor mérito ha sido atreverse a realizar lo que ninguno de nosotros nos atrevimos a llevar a cabo: una venganza contra el gamberro de la escuela, el perro agresivo o Regan MacNeil.

El cinematográfico desquite es en su caso contra una desalmada vecina. Todo comienza con cuatro niños que sueñan con llegar a ser futbolistas profesionales, volcando toda su ilusión en el balón nuevo que el cabecilla de la banda ha conseguido adquirir tras lustros de ahorro. La dicha apenas les dura un puntapié. El esférico va a parar al patio de una implacable señora que sin piedad lo revienta ante la mirada suplicante de los pequeños. A partir de entonces el fatal agravio se convierte en algo personal.

La riqueza de planos, reforzados por el ritmo de una sobrecogedora banda sonora, pronostica el trágico desenlace del corto desde sus inicios. Con una estructura circular y unos saltos de tiempo magistralmente colocados en la narración, el director nos lleva a empatizar peligrosamente con los jóvenes protagonistas. Por lo visto, los jurados que han otorgado infinidad de galardones a esta particular venganza comparten esta empatía… Vecinas malvadas, estad alerta; Porque hay cosas que nunca se olvidan…

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