He de reconocerlo, me encantan los “qué fue de”. Creo que no soy la única, a juzgar por los muchos artículos que hay dedicados a ilustrarnos sobre la caída en picado (drogas y boda adolescente incluida) del prometedor Macaulay Culkin, o al ya clásico reportaje de fotos con el “antes y el después” de los actores de Verano azul. Lo mejor es que ninguno de estos artistas me interesa en absoluto. Tampoco Jorge Sanz, pero cuando me topé en una revista con un primer plano suyo afeitándose junto a la sugerente (y atrevida) leyenda ¿Qué fue de Jorge Sanz?, una lucecita de intriga se encendió en mi cerebro: el poder del “qué fue de” me atraía, irremediablemente, de nuevo.
Llevada por mis impulsos más absurdos, no me quedó más remedio que ponerme a investigar (soy una tenacísima investigadora de temas banales). Finalmente, descubrí que la puesta al día del olvido respondía esta vez a una serie estrenada el pasado noviembre, y rodada a modo de falso documental, sobre la actual y patética vida del antaño talentoso y famosísimo Jorge Sanz. ¡Qué original!, pensé. Sin embargo, nada de eso: esto ya se ha hecho. Lo hace, de otra forma, Larry David en Curb your enthusiasm. Pero, sobre todo, lo hicieron los argentinos en la serie Todos contra Juan de forma casi idéntica: un actor muy famoso durante su adolescencia se aleja de las pantallas en la edad adulta e intenta retomar su carrera con la ayuda de otros famosos actores contemporáneos. Ah, y su representante es inexperto e ineficaz, exactamente como en ¿Qué fue de…?
Un tanto decepcionada porque la idea, que me parece muy interesante, no sea made in Spain -ni, claro, tampoco made in David Trueba, el director del producto- me dispongo a ver un capítulo. El primer punto positivo lo aporta Darren Hayman, compositor de la banda sonora completa de la serie, que aporta una melodía principal patética, decadente, elegante y resignada que condensa de forma absolutamente exacta el espíritu de la serie. Además, si a esto le unimos la singularidad de los propios títulos de crédito y una buena fotografía, tenemos uno de los comienzos más extraordinarios de la televisión. La cosa pinta bien.
Más puntos positivos: Sanz haciendo de Sanz. El tipo está tranquilo, seguro, sólido en su interpretación de la no interpretación, derrochando naturalidad e improvisando con fluidez en su papel de inmaduro sinvergüenza y entrañable. Asombra además la valentía de ponerse en ridículo a sí mismo (o a su yo ficcional) situación tras situación. Porque la serie nos dice constantemente: Jorge Sanz está acabado. Él lo sabe, todos lo saben. Y para que esto, para que toda la ficción cobre un sentido tangible y los espectadores no distingan dónde acaba el artista y dónde empieza la persona, cada uno de los secundarios (Antonio Resines, Santiago Segura y un largo etécera de renombre) se interpreta a sí mismo. Además, la trama corretea sin ambages a través del día a día del cine español, con sus rencores, sus historietas de cama, su corrupción, sus mecanismos, y hasta la actualidad política y social se cuela por medio, también con nombres y apellidos: todo un soplo de aire fresco para el espectador, casi un alivio. Sin duda, una apuesta valiente que crea instantáneamente un sentimiento de complicidad con el televidente, potenciado asimismo por la elección de emplazamientos y planos que muestran el Madrid más “de verdad” que he visto en televisión.
¿Qué es lo malo, entonces? ¿Por qué no he dicho ya que esta serie es genial? Hay varias razones: para empezar, algunos diálogos “se caen” por improvisaciones “demasiado” naturales (repetitivas), o excesivamente largas. Para rematar, el argumento es tristemente monótono, quizá por el barniz pretendidamente documental del proyecto. O también podemos suponer que lo que quiere Trueba es dejar la acción a un lado para centrarse en los sentimientos del protagonista, cosa que no resulta factible con un guión tan superficial. No obstante, y atención a esto, la serie mejora considerablemente conforme avanza, y los capítulos cinco y seis (los últimos de la temporada) son mucho mejores que sus precedentes. Si en la próxima remesa el personaje de Sanz evoluciona y las tramas se tornan más dinámicas, quizá sí estemos ante una de las mejores series españolas nunca producidas, como algunos ya han afirmado con rotundidad.