Resulta difícil explicar con palabras cómo es un concierto de Lady Gaga. Es algo que hay que ver, pues en sus más dos horas de duración la sucesión de canciones, los discursos de la cantante, los continuos intermedios, así como los cambios de vestuario, coreografías o puestas en escenas, eran interminables. De hecho, días después del show, todavía se he terminado de asimilarlo. Aún así, intentaré explicar cómo fue todo lo mejor que pueda.
La gira de Lady Gaga por fin llegaba a España, con las entradas agotadas desde hacía meses, y ante la expectación de miles de personas que hicieron cola incluso durante varios días. Tras pasar primero por Barcelona, el domingo fue el Palacio de los Deportes de Madrid el escenario elegido para acoger el show de la artista americana. El caos no tardó en aparecer. Una hora antes de la apertura de puertas, la inmensa cola se extendía desde la misma entrada del Palacio hasta el principio del Paseo de Felipe II. No había vallas ni nada que se le pareciese para garantizar una entrada ordenada al recinto. De repente, la gente empezó a correr como loca y ha concentrarse sin sentido en las puertas del acceso principal. Tras una larga espera, la multitud enfurecida comenzó a criticar la pésima organización. Después llegó el drama de las entradas falsas que muchas personas compraron, supongo que la mayoría sin saberlo, a través de los canales de venta no oficiales y que, lógicamente, se quedaron fuera.
Una vez dentro, no tardaron en aparecer los teloneros, un grupo de glam rock llamados Semi Precious Weapons que eran algo así como una especie de Nancys Rubias a la americana. Mucho modelito, mucha pose, pero poca música. El cantante de la banda se paseaba por el escenario preguntando al público si le gustaban sus zapatos y contando lo amigos que eran de Lady Gaga y lo bien que se lo pasaban siempre con ella. Absolutamente olvidables.
El verdadero show comenzó pasadas las 21.00 horas, cuando se apagaron las luces y empezó a sonar ‘Dance in the dark’ en una versión incluso mucho más bailable que la original. Una Lady Gaga vestida de morado cantaba esta canción oculta tras una cortina del mismo color que cubría el escenario. Pronto quedó al descubierto el primer decorado de la noche, que simulaba recrear una especie de barrio marginal en cuyas paredes se podían leer palabras y frases sueltas como ‘Drugs’, ‘Sexy Ugly’ o ‘What the hell have you done?’. En este escenario, la cantante alternó temas no demasiados conocidos de su primer disco, como ‘Beautiful, dirty, rich’, ‘The fame’ o ‘Glitter and grease’, que no fueron demasiado bien recibidos, junto con algunos hits que sí que desataron la locura en los 16.000 asistentes, como ‘Just dance’ o ‘Lovegame’. Hacia mitad del concierto, el escenario se convirtió en un bosque tenebroso, donde la cantante interpretó, entre otras, ‘Monster’, la balada ‘Speechless’ o ‘You and I’, uno de los temas de su próximo álbum, llamado Born this way, que saldrá a la venta en la primera mitad de 2011. En una pasarela que salía del escenario, la artista desfiló junto a su extenso cuerpo de baile mientras cantaba temas como ‘Telephone’ o ‘So happy I coud die’. Lo mejor del concierto no llegó, sin embargo, hasta la recta final, justo cuando un impresionante e indescriptible monstruo gigante ocupó buena parte del escenario. Además, fue en este último tramo cuando se concentraron buena parte de los hits más esperados: ‘Alejandro’, ‘Poker Face’, ‘Paparazzi’ o ‘Bad romance’, con la que Lady Gaga terminó el concierto con el público madrileño rendido a sus pies.
Quedó demostrado a la perfección el chorro de voz de Lady Gaga, que no se resintió en ningún momento; su simpatía y cercanía con el público (cantó el cumpleaños feliz a uno de sus fans y recordó emocionada su primer concierto en Madrid, en el Ocho y Medio, ante apenas unos cientos de personas); su gusto por la estética (se cambio de vestuario en numerosas ocasiones, pasando de ser una monja sexy a una inenarrable virgen o a una chica explosiva que lucía cuerpazo enfundada en un sugerente bikini negro); o su sentido del espectáculo, y es que pudimos verla bailar empapada en sangre, interpretar baladas sentada en un piano ardiendo en llamas o tocando una guitarra con los tacones de sus botas.
Sin embargo, lo que pudo haber sido el mejor concierto de mi vida finalmente no lo fue. ¿El motivo? Lo bajísimo que estaba el escenario dificultó la visión del espectáculo; los discursos de la cantante eran demasiado largos y forzados, y es que aunque está bien eso de ser simpática y de llevarse bien con los fans, no hemos pagado para que nos cuente su vida, sino para verla bailar y cantar; y las pausas entre canción y canción eran tan continuadas y, en ocasiones, injustificadas, que a menudo interrumpieron los momentos de éxtasis entre canción y canción.