LA VENGANZA DE DON MENDO

LA VENGANZA DE DON MENDO
MENDO: ¡Despedidme de otra suerte, porque ya no tengo nombre!
MONCADA: ¿Y cómo os diré que acierte?
MENDO: Decidme sólo: ¡Adiós, hombre!
MONCADA: ¡Adiós, hombre!… ¡Buena suerte!

Y sale por la puerta de la torre el que ya no tiene nombre, y quizá tampoco ya, una pizca de honor. Dispuesto a recobrarlo con toda su hombría, sale Don Mendo, pero ya sin serlo, de los aposentos que tan tristemente le tenían recluido, sin saber siquiera aún por qué trapos sustituir el uniforme de rayas que tan ridículo le hace parecer, ni quien será a partir de ahora «el hombre”. Levantando una de sus manos y la del pobre esqueleto que va a librarle del emparedamiento, Moncada despide a su despechado amigo que, como si nunca antes hubiera existido, se envuelve bajo el disfraz de un aclamado trovador hasta cumplir su mayor deseo: vengarse de su todavía enamorada Magdalena.

Dicen que toda la vida las ha habido, toda. En el siglo segundo, en el siglo décimo.., en todos los habidos. Envueltas bajo vaporosas túnicas, bajo opresores vestidos o bajo ligeras prendas a lo garçon, siempre han existido esas mujeres capaces de hacer que la locura se apodere de todos aquellos hombres que tengan la desgracia de cruzarse en su camino y no se anden muy avispados. ¡Pobre Don Mendo!, ¡pobre Don Pero!, ¡los dos han caído en el enredo de la hija de Don Nuño!, una de ellas… Pero, ¡pobres tontos! Su desdicha no produce más que ganas de reir! Ni son galanes de una tórrida historia de amor, ni son víctimas de una intensa tragedia… Son sólo marionetas en manos de una repulsiva joven que no hace más que utilizar su empalagosa dulzura para manejarlos a su antojo y conseguir su más firme propósito: convertirse en “la duquesa” a la vez que amar a todo aquel que se le precie.

Ataviados a lo medieval y en medio de estancias tan poco creíbles como ellos mismos, tan sólo estamos ante dos cómicos personajes que, en medio de otros tantos de la misma índole, no hacen sino que aquello que nos habría de producir conmoción, nos produzca risa, y que aquello que tan bien casaría en una historia trágica cuando las haya, se desarrolle en una trama cuyo propósito no sea el deLA VENGANZA DE DON MENDO arrancarnos una sola lágrima, sino el de hacernos pasar un rato ameno en el que ni lo que parezca amor sea realmente amor, ni   lo que parezca pena sea  realmente pena. Engaños, enredos, coincidencias… No importa la verosimilitud de la historia ni su ajuste exacto a la época medieval en que pretende ambientarse. Tan sólo importa la comicidad y la recurrencia a situaciones de actualidad, que ante todo sean capaces de entretenernos y de arrancarnos una carcajada. Ninguna otra pretensión.

Eso es lo que persigue La Venganza de Don Mendo, la obra de teatro que, escrita por Pedro Muñoz Seca y estrenada por primera vez en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1918, actualmente vuelve a representarse, drigida por Tricicle, en el Teatro Alcázar de la misma ciudad. Eso es lo que pretende esta obra, exponente del Astracán: el género teatral creado por su autor dentro de la Comedia Ligera a principios del siglo XX, como parodia del drama romántico de Zorrilla y otros autores del tiempo, y que tantos elementos del Sainete toma prestados.

DON MENDO Y AZOFAIFA“De la caricatura de una caricatura parece tratarse”, dirían algunos.“¡Fuera ocioso! ¡Ved cómo muere un león cansado de hacer el oso! (Don Mendo se clava el puñal)..“¡Qué puñalada!”.., ”¡Tremenda”!.. (exclaman Manfredo y Moncada)” ¡Infeliz se está muriendo!.., y dice Mendo agonizando: “Sabed que menda.., es Don Mendo, y don Mendo.., mató a menda!”, y cae.

Todos acaban muertos. No podía ser de otra forma. ¡Si parece trágica la historia!. Pero repentinamente, todos al unísono levantan sus torsos en un esfuerzo para que el último viviente termine de caer. ¡Y parecían muertos!. Se cierra el telón.                  PEPA ZARAGOZA

Ni la redención catárquica de un intenso drama, ni la exaltación divertida de una comedia pura, ni la satisfacción de una lograda ambientación histórica, ni la frescura de una buena comedia de actualidad, nos concede esta obra que, a pesar de la gran actuación de Toni González, Fermí Herrero, Frank Capdet, Adolfo Pastor o Pepa Zaragoza, nos deja en un estado emocional intermedio que no sabemos hasta que punto es resultado del entretenimiento más puro o del roce con la insatisfacción.  

 

 

 

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