LA TRAMPA DEL MAL

LA TRAMPA DEL MAL

Aún no me había levantado de la cama, pero en unos minutos tendría que hacerlo. No sabía si había ocurrido de verdad pero me costaría mirarles a los ojos. El cuello me dolía. La angustia no me dejaba en paz. La vieja de ojos ensangrentados no me dejaría escapar hasta confesar mis culpas. En mi sueño había también arrugas y piel reseca. No me lo puedo creer. ¡Si yo no era capaz de eso! Tampoco lo soy ahora. ¿O sí? Todos lo somos quizá. Todos podíamos haber sido partícipes de esa macabra historia de terror.

¿Quién no ha pulsado alguna vez el botón de un ascensor, para después comprobar la existencia de la palabra “socorro”, mientras la puerta del mismo se cerraba inevitablemente sin dar tiempo a escapar? ¿Quién no ha pensado alguna vez en salir corriendo antes de que esto sucediese? Cuando la puerta se cierra puede no volver a abrirse nunca más. La tecnología puede fallar. Y nosotros mismos también. Dos metros cuadrados pueden no ser suficientes para respirar. Tampoco para evitar que las culpas de cada uno de los montantes floten en el irrespirable ambiente y terminen traspasando las cuatro paredes de metal.

La música incomoda. Suena, deja de sonar. Vuelve e sonar. ¡¡¡Apague ya la música!!! Le grita descompuesto el joven a la cámara. La respiración del guarda se acelera, las gotas de sudor empiezan a escurrir por la frente del ejecutivo. Las luces parpadean. Se encienden, se apagan, se encienden y se vuelven a apagar… Sin luz, los guardas que fijamente les observan no pueden pedirles control. Y el descontrol y la incertidumbre se apodera de las víctimas cuando la luz se enciende de nuevo y por las costillas de la joven la sangre chorrea dibujando la forma de una LA TRAMPA DEL MALherida provocada por un cuchillo de sierra. ¿Quién ha sido? ¿La vieja de pelo canoso? ¿El guarda de amoratados labios? ¿El ejecutivo chistoso de maletín o el joven albino de cristalinos ojos azules? No puede haber sido nadie más. No hay nadie más. La vieja al poco aparece colgada, el ejecutivo con un trozo de espejo cruzándole la yugular… Mientras, un charco de sangre va traspasando el techo del ascensor. El técnico también ha muerto. ¿Quién es el asesino?

La cámara del ascensor se convierte en la pantalla de un televisor ante el que dos guardas y un detective judicial siguen, sin poder hacer nada, la trágica e inexplicable escena de terror. Sangre. Sangre. Sangre y más sangre. Sólo quedan dos supervivientes. Entre las uñas de uno de ellos la sangre se ha resecado. Se ha adherido a la piel como la costra de una herida que no levantará hasta que el dolor cicatrice. ¿Ha sido él el asesino? La luz se vuelve a apagar. Ella tiembla. Sólo quedan dos. “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, perdona nuestros pecados…” El edificio ya ha sido acordonado, los bomberos casi están a punto de derribar la pared y el detective ha tomado las medidas oportunas. Lo único que puede hacer ya es unirse al guarda, que no hace más que rezar y rezar. Rezar e invocar a la Virgen para que aleje al verdadero culpable de la historia. ¿Uno de ellos? ¿Todos a la vez? ¿Ninguno? ¿Son culpables? ¿O son víctimas?

Todos son y todos somos ambas cosas a la vez cuando en nuestro alma y en nuestra mente habita la culpa; cuando de las cuatro paredes de nuestra conciencia, tan angostas como las del ascensor que nos encierra, no pueden escapar las voces con las que el diablo, con su estigma ATRAPADOS POR EL MALensangrentado, nos atrona el alma, hasta llevarnos al límite de la locura; persiguiéndonos hasta lograr que los fantasmas de nuestro pasado queden ahogados en un charco de sangre o evaporados entre el aire de las letras que componen la palabra “PERDÓN” y nos permiten seguir adelante.

Los frenéticos y angustiosos zumbidos musicales del principio del film presagian lo peor. Las panorámicas vistas en picado de la ciudad de California y de todo aquello apresado por el ojo de Erick Dowdle desde un punto de vista alto, traducen la angustia que sólo la opresión ejercida en nuestra conciencia por los revolcones de las culpas, es capaz de producir. Y la expresión de los rostros de un joven ante un fantasma y de un detective incrédulo ante lo que acaba de descubrir, reflejan la capacidad de un actor para sumergirse en el papel de una persona que bien podría ser él mismo redimiendo sus propios pecados o brindándole la oportunidad a otra de ganar la batalla al mismo diablo.

 

 

 

 

 

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Título: La trampa del mal
Título original: Devil
Dirección: John Erick Dowdle, Drew Dowdle
País: Estados Unidos
Año: 2010
Fecha de estreno: 04/02/2011
Duración: 80 min.
Género: Terror, Suspense, Intriga
Guión: Brian Nelson
Reparto: Geoffrey Arend, Bojana Novakovic, Logan Marshall-Green, Chris Messina, Caroline Dhavernas, Jacob Vargas, Bokeem Woodbine, Matt Craven, Jenny O’Hara, Kim Roberts

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