«¿Qué ocurrió entonces? ¿Cayó un meteorito? ¿Fue una visita de habitantes del infinito cósmico? Sea de una forma u otra, pero en nuestro país surgió el mayor de los milagros: La Zona. Enviamos enseguida tropas para allá, pero éstas no regresaron. Entonces rodeamos la Zona con cordones de policía. Seguro que actuamos correctamente. Aunque, no sé…»
Con esta introducción comienza Stalker, película de 1979 filmada por Andréi Tarkovsky y basada en el libro Picnic extraterrestre de los hermanos Strugatsky. La película está protagonizada por Aleksandr Kaidanovski en el papel de Stalker, una persona cuya dedicación vital es la de guiar, previo pago, a determinados visitantes a la Zona. En la película le acompañarán los actores Anatoli Solonitsyn (el Escritor) y Nikolái Grinkó (el Profesor). La película se divide en dos partes; en la primera, conocemos al Stalker y su familia, formada por una esposa desdichada, que intenta evitar que su marida vuelva ejercer como stalker y vuelva a la Zona, y su hija mutante, que posee poderes telequinéticos, rasgo propio de los hijos de los Stalkers, después de varias incursiones en la Zona. Nuestro Stalker decide volver a la Zona junto a dos acompañantes, como hemos dicho, el Escritor y el Profesor. Tienen que sortear guardias, vallas y disparos hasta llegar por fin a la Zona. La película entonces cambia de un tono sepia al color. En la segunda parte de la película los tres recorrerán la Zona, sorteando multitud de dificultades, aparecerán fricciones entre ellos y finalmente llegarán a la habitación final.
La función del Stalker, como hemos dicho, es la de guiar a los visitantes al centro neurálgico de la Zona, pero ¿por qué lo hace?
Mitos
Los mitos no se circunscriben únicamente al país donde se generan. Como ejemplo, la novela Don Quijote de la Mancha de Cervantes es ampliamente conocida en Rusia, hasta el punto de que términos de la propia obra son usados en el lenguaje común o incluso algunas personas llegan a considerarla una obra rusa. En Stalker, como veremos más adelante, existen mitos que van desde la Antigua Grecia hasta la Italia renacentista.
En la película, la función del Stalker es la de guiar al Escritor y al Profesor al centro de la Zona donde existe una habitación en la que, al entrar, se ven cumplidos los sueños más recónditos del visitante. Se dice que la Zona es un mensaje para la humanidad, o incluso un regalo para que esta sea por fin feliz. La función del Stalker, como hemos dicho, es la de guiar a los visitantes al centro neurálgico de la Zona, pero ¿por qué lo hace? Al igual que Prometeo, el Stalker cree que el destino de la humanidad es la felicidad, que ambas van unidas. Este “regalo para la humanidad” puede relacionarse directamente con el fuego que Prometeo arrebata a los dioses; en cierto sentido, tanto el stalker como los visitantes, tendrán que luchar contra “dioses” para conseguir una posible felicidad.
El Stalker es stalker por vocación, está destinado a hacer lo que hace pero también está en un perpetuo dilema sobre la naturaleza de su trabajo, sobre el bien y el mal. Nuestro Stalker es humano, no es ningún titán, y la Zona, como los dioses, exige que la respeten, si no castiga; es por eso que nuestro stalker teme ser castigado. De nuevo observamos relaciones directas con el mito griego de Prometeo. El Stalker es una especie de Prometeo, sí, pero con la diferencia de que es consciente, quizás demasiado, del posible daño que puede causar su lucha contra los dioses al resto de los humanos y también a él mismo. El Stalker no está dispuesto a sufrir eternamente por llevar una posible felicidad al resto de seres humanos, es sabedor de que su sufrimiento eterno también será el del resto de personas. Stalker podría verse, de este modo, como una visión humanizada del mito de Prometeo.
La palabra “stalker” significa “acechador” pero, ¿a quién acecha el Stalker si en la Zona no vive nadie? El Stalker acecha la posibilidad de la verdad, de todo lo que la Zona puede darle al ser humano: felicidad, certeza… En definitiva todo deseo que pueda tener una persona.
Así, vemos a nuestro Stalker constantemente preocupado por la respetabilidad de la Zona, que los otros dos visitantes, el Escritor y el Profesor, se empeñan en faltar. En una ocasión, el Escritor llama al Profesor “Eróstrato”. Eróstrato fue un pastor de Éfeso responsable de la destrucción del templo de Artemisa; Tarkovsky nos deja otro guiño mitológico claro en su película.
El mito de Prometeo en Stalker se queda en el viaje de nuestro Stalker-Prometeo para conseguir el fuego, Tarkovsky hace de esa travesía una película con un metraje de casi tres horas y con un final no excesivamente positivo, más bien realista. Como hemos comentado, se trata de un viaje lleno de dudas, de incertidumbre. Nuestro Stalker es un Prometeo humano y así lo demuestran sus interminables preocupaciones durante toda la película. Lo único que tiene claro, y es en lo que más se asemeja al titán, es que su destino es ayudar al resto de humanos a conseguir la felicidad, aunque eso le cueste la vida.
En el mito de Prometeo, el titán nunca llega a preocuparse del uso que puedan hacer los humanos del fuego, no importa que este pueda traer incendios, asesinatos, guerras… En definitiva, la muerte. Para el Stalker es distinto y aunque, como hemos comentado, es sabedor de su destino y de su función vital, desconfía del resto de personas, de sus acompañantes. Ambos, tanto el Escritor como el Profesor, son personas con multitud de contradicciones, ni siquiera saben por qué se dirigen a la Zona. En principio el Profesor parece que necesita de la Zona por afán científico, y el escritor para encontrar la inspiración, pero el primero finalmente intentará destruir el lugar y el segundo casi se suicida. El Stalker se muestra descorazonado por la naturaleza humana, se vuelve pesimista y se queja del sino humano, caracterizado tanto en el Escritor como en el Profesor.
Para el Stalker existen multitud de problemas y dificultades entre los que se debate, sabe que los deseos humanos pueden ser peligrosos pero también que existen personas “buenas” que necesitan y merecen a partes iguales llegar a la Zona
Stalker sirve en cierto sentido como preludio de Chernóbil, accidente que aconteció siete años más tarde, las similitudes son muchas y no es de extrañar que en la ciudad ucraniana de Prípiat, hoy en día ciudad fantasma, se erigiera una estatua de Prometeo junto a un cine con el mismo nombre del titán. Como Prometeo, los científicos buscaron el fuego a través de la energía nuclear. Es por esto que la estatua en Prípiat posee un simbolismo muy relevante.
En definitiva, Stalker es una obra espiritual y a la vez muy terrenal, pues habla de problemas humanos. Puede verse como una evolución del mito de Prometeo, no estamos en la Antigua Grecia sino en el año 1979, en plena posmodernidad, Tarkovksy plantea muchas preguntas sobre el bien y el mal, sobre qué son ambos y si merece la pena arriesgarse a conocerlos. Para el Stalker existen multitud de problemas y dificultades entre los que se debate, sabe que los deseos humanos pueden ser peligrosos pero también que existen personas “buenas” que necesitan y merecen a partes iguales llegar a la Zona. Es, así, un Prometeo en conflicto. Si bien para el hombre renacentista tiene sentido una emancipación frente a los dogmas de la Iglesia y demás corrientes que constreñían su individualidad y evolución intelectual, para el hombre de finales del siglo XX se ha complicado todo en exceso y no está seguro de nada. Es esto lo que vemos en Stalker; el mito de Prometeo tiene sentido dentro de varias preguntas: ¿qué es el fuego? ¿merece la pena conseguirlo? ¿son merecedores de él las personas?