Cianfrance regresa con su íntima luz entre los océanos

La luz entre los oceanos
La luz entre los oceanos

La luz entre los oceanos

En la mitología romana, el dios Janus era representado con dos caras. Simbolizaba la dualidad; los principios y los finales. Por eso fue consagrado como el primer mes del año: porque le permitía contemplar el futuro con la certeza nostálgica del pasado. Y precisamente en esa eterna dualidad es en la que nace La luz entre los océanosúltima película de Derek Cianfrance que, tras Blue Valentine (2010) y Cruce de caminos (2012), se consagra como un director de un profundo estilo visual narrativo, capaz de retratar una intimidad familiar desgarradora.

En esta ocasión, el melodrama romántico se traslada a la Australia Occidental de 1926 con Tom Sherbourne (Michael Fassbender), un veterano aquejado de neurosis de guerra que, desconsolado por sus experiencias en el frente, decide someterse al aislamiento de la deshabitada Janus Rock trabajando como farero de la Commonwealth en la única isla que separa los océanos Índico y Antártico. «Janus es una isla de dualidad; de luz y oscuridad, de amor y odio, de verdad y mentiras. Es una isla en la que se suceden grandes placeres y grandes sufrimientos, la vida y la muerte», explica el director.

La luz entre los océanos es el retrato de una soledad que termina siendo compartida una vez conoce a Isabel (Alicia Vikander), una joven extrovertida, valiente y vulnerable del pueblo costero de Parageuse que elimina el desconsuelo vital de Tom. Al igual que la isla, el matrimonio se verá enfrascado entre dos extremos: un pasado señalado por la guerra (Isabel perdió a sus dos hermanos en el frente) y un futuro bastante desolado tras los dos abortos que sufre la protagonista. Del mismo modo, refleja la sutil línea que separa el autosacrificio del egoísmo de ver cumplidos sus sueños. ¿Informarán a las autoridades de haber encontrado un bote con un hombre muerto y un bebé o harán que se convierta en su hija con la esperanza de no encontrar nunca a su madre biológica?

Michael Fassbender y Alicia Vikander

«A veces, en la vida tomamos decisiones que posiblemente no sean las mejores, pero toda historia tiene dos partes y creo que la belleza de esta película está en que te enamoras de todos los personajes y entiendes por qué lo hacen», comenta Vikander. «Yo comprendía por igual a Isabel, a Tom y Hannah». Esta última, a la que da vida la oscarizada Rachel Weisz, se encuentra en una especie de limbo tras haber perdido a su hija Grace y a su marido en el mar. Y lo cierto es que uno de los logros del filme es que Cianfrance es capaz de generar esa empatía hacia todos los personajes. El espectador puede entender qué motiva la actuación de Isabel y Tom pero, al mismo tiempo, puede llegar a sentirse identificado con la pérdida de Hannah, sin arrojar la culpabilidad sobre las equivocadas decisiones de los fareros.

Sin embargo, lo que comienza siendo un perfecto reflejo de esa frontera moral que nace en los protagonistas termina convirtiéndose en una película bastante académica con un acabado técnico y estético fascinante. Los magníficos planos del cabo Campbell en Nueva Zelanda (donde el equipo permaneció aislado las semanas que duró el rodaje) y las condiciones ambientales cambiantes de este no son más que un reflejo del estado de ánimo de dos intérpretes que parecen conocer la psicología de sus personajes. El espectador puede presenciar como si estuviera allí la aparente y reinante calma al mismo tiempo que la dureza del aire y el embravecido mar termina transformando un paraíso en una especie de prisión.

michael fassbender y florence clery

Cianfrance parece sentirse cómodo en ese intimismo radical al que nos transporta con innumerables planos cortos cargados de emoción. «Tom, en apariencia, es una persona muy contenida, pero debajo hay una tormenta arreciando», explica Fassbender. Quizás, precisamente esto es lo que falta en La luz entre los océanos. La contención a la que remitía Fassbender y la intensidad de Vikander funcionan a la perfección en el entorno pero, en ciertos momentos, se echa en falta algo que desate por completo la tormenta interna de los personajes, en ocasiones, demasiado retenida, generando cierta irritación. Aún así, la adaptación de la novela de M.L. Stedman se postula como un fluido contraste entre una evocadora historia, una destacada interpretación de sus protagonistas y el proceso de redención moral que estos anhelan.

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