La grandeza de lo simple

Hay autores capaces de convertir en oro todo lo que sale de su pluma. De crear historias capaces de despertar en nosotros toda clase de sentimientos y de transportarnos a mundos fantásticos a través de las palabras. Es el caso de Gabriel García Márquez. En 1961 salió de su imaginación El coronel no tiene quien le escriba, la triste historia de un coronel que ansía desde hace quince años recibir su pensión y cuyo único sustento es un gallo de pelea. La novela pretende reflejar el sentimiento de desasosiego y malestar que se siente al esperar algo que nunca llega. García Márquez deja fuera detalles aparentemente importantes (como el nombre de los protagonistas) para centrarse en una historia personal, llena de sentimentalismo, gracias a la creación de un personaje entrañable como es el coronel.

 Las referencias a la guerra civil entre conservadores y liberales y la injusticia social que se ha cometido contra el coronel al negarle su pensión por participar en ella, son constantes en la novela. Además, García Márquez hace guiños a otras historias creadas por él mismo al mencionar a personajes célebres como el coronel Aureliano Buendía o Macondo, la aldea creada por el autor.

El coronel no tiene quien le escriba es una de las novelas más simples de García Márquez. En ella no se detectan muchas de las facetas características del autor, como la unión entre realidad y fantasía, los saltos en la trama o la descripción detallada del sentimiento de soledad. El peso de la novela recae sobre el personaje del coronel, un hombre entrañable por el que se llega a sentir verdadera lástima.

Una obra llena de simbolismo (desde el gallo hasta la carta o el tiempo) que pretende denunciar las injusticias del poder y reivindicar personalidad como la del coronel, con unos principios inquebrantables, que no se rinde ante ellas

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