LA GIRA DE ENRIQUE BUNBURY

Portada del último disco de Bunbury, 'Las Consecuencias'.Concepto y emplazamiento no casaron muy bien. Que todas las localidades sean de asiento en un palacio de deportes es algo que choca bastante. El propio Bunbury lo dijo: «Igual está un poco frío el pabellón en estos días de invierno… Queríamos hacer teatros aquí en Madrid pero creo que Raphael los tiene todos copados hasta diciembre». Habría sido lo más lógico, ya que Las Consecuencias es un disco minimalista de puro rock ‘n’ roll y blues, que ha parido una gira por locales íntimos en Estados Unidos (como las míticas salas House of Blues, distribuidas por todo el país), si bien en México y Argentina los conciertos han tenido lugar en grandes teatros y auditorios. En cualquier caso, el aragonés errante cumplió con creces, aunque el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid no llegara a venirse abajo hasta la mitad del espectáculo. Su impecable ejecución vocal y la calidad de los músicos que le acompañan desde Helville Deluxe satisfizo al respetable, que los obligó a hacer dos rondas de bises.

 

Enrique Bunbury. Foto: Jose GirlLas dos horas de concierto comenzaron con ‘Las consecuencias’, ‘Ella me dijo que no’ y ‘De todo el mundo’, todas del último disco. Desde mi lejana, lejana posición en la cuarta planta (enorme fallo que las pantallas gigantes estuvieran apagadas) aún se veían bastantes asientos libres y poco entusiasmo en el público, ya fuera por el frío del mastodóntico recinto, por la sobriedad de los temas o porque la gente se reservaba las fuerzas para los clásicos del largo repertorio del artista. El primer conato de euforia llegó con una magnífica versión del ‘Frente a frente’ que Jeanette popularizó en los ochenta y que el maño canta en el disco con Miren Iza, de Tulsa.

En ‘Los habitantes’ quedó patente la enorme pegada que tienen en directo Los Santos Inocentes, banda que acompaña al artista desde que aparcó el estilo cabaretero y con él a El Huracán Ambulante. Para entonces, unas 9.000 almas llenaban el pabellón. De la nueva formación destacan el «reverendo» Rebenaque al Hammond, al acordeón y al piano, y el guitarrista Jordi Mena (sí, el calvo que se marcaba un solazo en ‘La Flaca’ de Jarabe de Palo).

Con ‘Enganchado a ti’ nos quedamos enganchados y la cosa fue in crescendo hasta el final. Bunbury dio un repaso amplio a su prolífica carrera (excepto a su primer y experimental álbum en solitario, Radical Sonora), con canciones como ‘El extranjero’, ‘Infinito’ o ‘Sácame de aquí’ y con homenaje a Héroes incluido: una versión de ‘Senda’ llena de garra y madurez. «En noviembre se cumplieron 20 años de la salida de este disco, Senderos de traición –aquí el público se volvió loco–. No sé si es algo que celebrar… el tiempo pasa muy rápido», dijo antes de cantarla. Si al principio el zaragozano se mostraba sobrio en su actuación, a estas alturas se contoneaba con los afectados golpes de cadera a los que nos tiene acostumbrados y que recuerdan, si se me permite tan extravagante comparación, al mismísimo Rey del Pop.

Y al final del show, antes de los bises, una recomendación: «En estos tiempos que corren, tenemos una misión divina al sintonizar la radio: ¡apuesten por el rock ‘n’ roll!». Ya todos estaban de pie, conscientes de que su ídolo les iba a pedir ayuda para completar la canción que necesariamente seguiría al comentario.

Tras una breve pausa, la banda fue reclamada para volver al escenario en dos ocasiones. En la primera de ellas obsequiaron al público con una eléctrica versión de ‘Lady Blue’, convertida en una potente balada rock. Eligió Bunbury la melancolía para rematar el espectáculo sentado en un taburete, con ‘El boxeador’, ‘Puta desagradecida’ y ‘El viento a favor’. Con semejante inyección de emotividad, los asistentes fueron desalojando el pabellón, y algunos de ellos maldiciendo, sombrero tejano en mano, por no haber pagado los 60 euros que costaban las mejores localidades.

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