El escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha publicado su última novela, La fugitiva, con la editorial Alfaguara como ya haría con Margarita, está linda la mar o El cielo llora por mí. En esta ocasión reconstruye la vida ficticia de la escritora Amanda Solano en la Costa Rica de la primera mitad del siglo pasado. El retrato es profundo, serio y poliédrico.
Sergio Ramírez, ex-vicepresidente de Nicaragua con el Gobierno sandinista, finge reconstruir la vida de Amanda Solano para indagar en la presión de una sociedad claustrofóbica y provinciana sobre una mujer genial y avanzada a su tiempo. La vocación literaria de la protagonista y su descaro en la sexualidad la hace blanco de una caza de brujas en una sociedad anquilosada. De ahí viene el título de la novela, pues la escritora se ve obligada al exilio perpetuo y frustrado en última instancia, ya que la única huida efectiva en su caso hubiera sido un siglo adelante. Al contrario de lo que pudiera parecer, y según declaraciones del propio autor, Amanda no es un personaje feminista sino femenino, por lo que no buscará solapar su belleza física ni masculinizar su figura o sus formas, sino que actúa espontánea y sinceramente en un entorno que no quiere ni una cosa ni la otra.
La obra se estructura en tres ficticias entrevistas trascritas aunque sin la falta de narratividad o la discontinuidad que caracteriza al lenguaje hablado. Cada una de ellas abarca un largo capítulo donde antiguas amigas de Amanda Solano recuerdan a la escritora. Cada una de ellas (una burguesa venida a menos, una profesora de universidad jubilada y una cantante afincada en Méjico) rememora varios hechos, algunos coincidentes, y refrescan su relación con la protagonista y la de ésta con el resto del mundo. Esto dota a la novela de una ambigüedad envidiable y nos hace conocer la personalidad de las interlocutoras a través de sus diferencias y coincidencias. Así un mismo hecho es narrado desde distintos puntos de vista, lo que el propio Sergio Ramírez a reconocido deber a la película Rashomon de Akira Kurosawa.
El planteamiento, por consiguiente, está conseguido, aunque esto no quiere decir que sea aconsejable. En aras de la verosimilitud, las entrevistas se cortan y dilatan con digresiones de batallitas de abuelo, y esto, según nuestro punto de vista, obstaculiza la narración en exceso. Asimismo, las ancianas son personas de diferente cultura y elocuencia por lo que, respetando unos límites, algunas tienen más interés que otras. Es por eso que se complica avanzar en el libro debido a sus intermitencias y sus profundos valles de desinterés. De cualquier forma, una obra respetable pero no recomendable.