Miro por la ventana y presencio paragüas y abrigos. Sí, el frío ha llegado para instalarse definitivamente en Madrid. – Ya se me ha estropeado el fin de semana. Pienso, pero gracias al mal tiempo (a eso y a unas entradas que me regaló un buen amigo mío) aterricé en el Teatro Infanta Isabelpara cenar con unos idiotas.
Sí, como lo leen, con unos idiotas, pero no con unos idiotas cualquiera, ya saben aquello que dicen de ‘en esta vida siempre han existido clases’ y estos eran unos idiotas con mucha clase. La cena de los idiotas, una adaptación de la película de Francis Veber, dirigida por Juan José Alfonso e interpretada por Josema Yuste, Agustín Jiménez, Félix Álvarez “Felisuco”, Esperanza Lemos, Carlos Moreu y Natalia Ruiz nos transporta a una relato de enredos al más puro estilo de las comedias de Plauto con un personaje gracioso, en este caso idiota y una anagnórisis final; es decir, ante el caos, una solución repentina para recuperar el orden.
Una historia sencilla, pero que ocurre cada día, como señala el propio Josema Yuste “el listillo y adinerado se ríe siempre del que es pobre de espíritu y de dinero”, siempre hay un bufón. Por ello, cada miércoles se reúnen tres amigos para cenar y tienen que lograr llevar a un invitado que sea el más idiota de todos, pero en esta ocasión Francisco Piñón (Agustín Jiménez), un contable de Hacienda que se dedica a hacer maquetas con cerillas, les traerá serios problemas; desmantelando así la vida de Carlos Bermúdez (Josema Yuste), un editor que no conseguirá su propósito deseado. Francisco Piñón es una persona gafe, pero bueno y humilde. Provocará situaciones divertidas a la par que complejas y causará risas y carcajadas constantes entre el público.
La puesta en escena es sencilla, nos encontramos en en salón del adinerado editor. Un sofá, un taburete, una mesa, unos cuadros caros y prestigiosos y un teléfono, origen de todos los líos y aventuras de este cómico grupo. El final tierno a la vez que divertido hace estallar al espectador no solo en risas sino también en aplausos y bajo los gritos de ¡Bravo! cae el telón. Sin duda, una tarde muy divertida de la mano de una exitosa comedia que muestra una inteligente crítica a una sociedad en la que no es fácil saber quién es el idiota.
